Besibol venezolano: El «Juego de la Chinita»tiene su magia especial
Pocos consideran que hace 90 años, el 18 de noviembre de 1933, se lanzó el único Juego perfecto en la pelota rentada en Venezuela. El protagonista fue el cubano Silvino Ruiz. Para nadie es un secreto que el 18 de noviembre es una fecha muy especial para el Zulia. Es que ese día el pueblo católico zuliano celebra a su Patrona, la Virgen de Chiquinquirá, pero en el deporte conmemoramos el debut de Luis Aparicio Montiel y también, se celebra la fecha del único Juego perfecto logrado en la pelota profesional venezolana.
11/17/2023. Reportaje especial del periodista e historiador deportivo Eliexser Pirela Leal.
Por eso ese día, sin importar el equipo visitante, es el juego que atrae más aficionados al parque del Polideportivo de Maracaibo, en el que era normal la presencia de más de 23 mil aficionados, en promedio. Claro, la crisis y la diáspora han afectado eso, pero aún así, son más de 10 mil asistentes visitan el parque para respaldar a las Águilas del Zulia y para continuar con la celebración de esta fiesta patronal.
Pura historia
En la actualidad, en ese juego, o en esa fecha, en el entonces moderno estadio Olímpico de Maracaibo (hoy Alejandro Borges), en lo que se ha convertido en uno de los debates más sonados de la cotidianidad zuliana, don Luis Aparicio Ortega le entregó el bate y el guante a su hijo, con apenas 19 años, en un tradicional juego entre Gavilanes y Pastora.
Al recibir las palabras de apollo de su padre, con la muy sabía sentencia de «lo único que te pido es que no seas segundo de nadie», el joven comenzó a labrar su carrera que se iniciaba, un 18 de noviembre.
Regresando al famoso debate, no es difícil ver, en diferentes esquinas de cualquier ciudad en el Zulia, discutir qué fué lo que le entregó el padre a su hijo.
Aquí la respuesta: Le entregó el bate y el guante. El bate porque al ser Gavilanes el equipo visitante, y al ser Luis Aparicio Ortega el primero en el orden al bate, en una situación acordada, planificada entre ambos equipos, el lanzador de Pastora, Howard Fox, hizo un primer envío intencional fuera de la zona de bateo; luego el bateador llamó a su hijo para que debutará como jugador profesional y asimismo despedirse don Luis, ante miles de aficionados que le dieron una ruidosa ovación. Esta aclamación muy sonora se alargó, porque además de la despedida de esa leyenda, le daban la bienvenida a una estrella en ciernes.
Todos conocemos que desde ese momento se comenzó a escribir una de las historias más bonitas en el béisbol. Tres años después Luisito debutaría con los Medias Blancas de Chicago. Cuenta la historia que Aparicio le envió un telegrama a su madre con motivo de su debut en las Grandes Ligas, en el que confesó: «Las lágrimas se me salieron solas (al saber que iba a jugar con los Medias Blancas) y me vino el recuerdo de papá. Mamá: dile a papá que mi deuda está cancelada para con él.»
Y de qué manera canceló esa deuda, porque eso no terminó allí con su ascenso a las mayores. En esa temporada de 1956, tras terminar con 142 hits en 533 turnos oficiales, un promedio de .266 y, sobre todo por explotar el arma ofensiva del robo de bases, que con sus 21 estafadas logró el primero de nueve (9) años seguidos siendo el líder del departamento de robos.
Aclaramos que ese récord de nueve (9) temporadas consecutivas como el mejor robador de bases, es un registro que está al nivel de los grandes e irrompibles records de las mayores, como lo están los 2.632 encuentros consecutivos jugados por Cal Ripken jr., o los 4.256 hits de Pete Rose, las 511 victorias y los 749 juegos completos logrados por Cy Young, los .366 de promedio vitalicio de Ty Cobb, entre otros.
Tras jugar con los patiblancos, los Orioles de Baltimore y los Medias Rojas de Boston, en 1984 Luis Aparicio fue exaltado al Salón de la Fama del béisbol, en Cooperstown.
Juego perfecto
Pocos hablan del único juego perfecto logrado en Venezuela. Es que al no ser logrado por algún lanzador del centro del país no le van a dar la importancia de esta joya, la cual logro Silvina Ruiz, lanzador cubano que dirigía y lanzaba para el equipo Concordia de La Victoria, que pertenecía a la familia del entonces presidente de Venezuela, Juan Vicente Gómez. En el Concordia también jugaba Luis Aparicio Ortega «El Grande».
Resulta que como parte de la celebración de la patrona de los católicos zulianos, la Virgen de Chiquinquirá, las autoridades de Maracaibo decidieron organizar un juego de Beisbol en el estadio del Lago, ese 18 de noviembre de 1933, y lograron invitar al equipo Concordia, que era un verdadero trabuco, porque además de los dos nombrados, también contaba con jugadores de la talla de Martín Dihigo, «Tetelo» Vargas, Balbino Hinojosa, Manuel Malpica, entre otros. La idea fue enfrentarlo al Pastora, que entre sus jugadores destacaban Pedro Báez «Grillo A», Jesús «Manduco» Portillo, Jesús Vento, entre otros.
Resulta que Ruiz, según leemos en el libro «El Grande», le dijo a su campocorto «necesito que juegues en tercera base. Voy a lanzar y no quiero utilizar la recta, sino lanzamientos quebrados». La estrategia resultó exitosa porque retiró a los 27 bateadores que enfrentó, en orden, siendomlosmouts.outs de esta manera: Ruiz sumó 8 ponches, 17 Bateadores fueron retirados (con líneas atrapadas o lances realizados a la inicial) por el antesalista Aparicio y solo dos bateadores lograron dirigir la bola a otro lado del campo.
Aún cuando en ese momento aquel compromiso no llevó la etiqueta de «Juego de la Chinita», los historiadores lo catalogan como el primero de estos clásicos.
Cómo podemos ver, indudablemente que existe una magia histórica en ese tradicional choque de pelotas que se realiza en Maracaibo cada 18 de noviembre.
Reportaje especial del periodista e historiador deportivo Eliexser Pirela Leal.