Taiwán elige presidente a Lai Ching-te, un «alborotador» de cabo a rabo, según China
Lai Ching-te, el huérfano hijo de un minero nacido en 1959 en la ciudad de Nuevo Taipéi, en la República de China, que no República Popular de China, doctor de profesión y con un máster en la norteamericana universidad de Harvard, puede que sea el hombre, tras ser elegido presidente de Taiwán, que deba decidir un entuerto que dura décadas.
01/13/2024. Y con él, con sus decisiones, puede que explote todo. La isla importa, mucho, porque le importa mucho a China y a Estados Unidos, las dos superpotencias. Y eso hace que desde ahora importe mucho también este político, Lai Ching-te, líder del Partido Progresista Democrático (PPD), y presidente de una nación prohibida.
Lai, hasta ahora vicepresidente, ha mantenido durante los últimos meses la misma verdad a medias que mantienen todos sobre Taiwán y que consiste en el galimatías de decir que no se necesita que te reconozcan lo que ya eres, pero no te reconoce casi nadie. «Taiwán celebra elecciones periódicas para elegir presidente, vicepresidente, legisladores, funcionarios, alcaldes y líderes de gobiernos locales, y todos ellos sirven al pueblo, así que creo que esto demuestra que es un hecho, que Taiwán es un país soberano», reiteró Lai constantemente.
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Es cierto lo que dice el ya presidente. Taiwán tiene pasaporte, y leyes propias, y Ejército, y fronteras… y, con todo eso, y con el resplandeciente despacho presidencial que él mismo ocupará mañana, su país sigue siendo una patria que no goza de apenas reconocimiento internacional. Solo ya trece estados mantienen relaciones diplomáticas con la isla, ninguno de ellos con peso político, salvo quizá la curiosidad del Vaticano, pero eso no significa que el país esté aislado. Todo se hace bajo mesa, para no desairar a Pekín, y Taiwán tiene una especie de embajadas no oficiales que llama oficinas económicas y el respaldo, por ahora, de Washington y Tokio que mantienen su promesa dada a Pekín de respetar el principio de una sola China mientras ayudan a crear Taiwán. Porque lo de «una China» enunciado viejo, de la Guerra Fría, no sirve ya para resolver esta disputa.
Taiwán se llama República de China, pero ese nombre viejo ya no le representa, y Taipéi, su capital, no se considera la sede del Gobierno legítimo chino como en los tiempos del mandatario Chiang Kai-shek. Ahora, con Lai, se deja a China el honor de ser la única y verdadera China, mientras la mayoría de ciudadanos, aunque no hay aún una mayoría aplastante a favor de ello, quieren ser una república democrática e independiente. «Soy un trabajador pragmático por la independencia de Taiwán. Espero que un día un presidente de Taiwán puede visitar la casa Blanca», declaró Lai en 2017.
Con información de elconfidencial.com