Cárceles en Latinoamérica son «lugares de profundo sufrimiento»
Las cárceles son «lugares de profundo sufrimiento, de inactividad absoluta», así define la realidad penitenciaria de Latinoamérica la fotoperiodista venezolana Ana María Arévalo Gosén, que retrata en sus imágenes una realidad cotidiana donde las presas no tienen acceso a agua potable, comida o servicios médicos.
Arévalo (Caracas, 1988) expone sus fotografías en la actual edición del Festival de Fotoperiodismo de Perpiñán (sureste) «Visa pour l’Image», que concluye el próximo día 11, y desde donde habla para EFE sobre su trabajo.
Fotoperiodista y artista, se marchó de su país en 2009 por la crisis y, tras estudiar Ciencias Políticas en Francia, encontró en la fotografía su pasión y la manera de crear historias con impacto.
Gracias a su ambicioso proyecto «Días Eternos» sobre la vida en las prisiones femeninas de Venezuela, y posteriormente de El Salvador y Guatemala ganó en 2020 el premio Lucas Dolega y en 2021 el Camille Lepage, lo que le ha valido ser seleccionada para exponerlo en el festival.
En los centros de detención que ha visitado, las mujeres «no tienen comida, no tienen agua y no tienen servicios médicos», y además carecen de ropa, camas y de baños privados, en una situación absolutamente precaria que vulnera sus derechos más básicos, explica.
Además, Arévalo denuncia que en los tres países en los que desarrolló su proyecto hay mujeres «que esperan años para pasar a juicio» debido a los retrasos de los procesos judiciales, que provocan que haya personas que cumplen una condena anticipada «sin importar si eres inocente o culpable».
Comparte que la peor parte de la realidad que viven las mujeres es la maternidad, ya que muchas de las cárceles no cuentan con una infraestructura adecuada para que las madres puedan vivir con sus hijos, aunque por ejemplo según la ley guatemalteca es un derecho que tienen las presas hasta que los niños cumplan los cuatro años.
El momento en el que las mujeres son separadas de sus hijos es especialmente complicado, ya que los niños han crecido entre rejas, algunos incluso han nacido dentro de la prisión y no conocen lo que es la libertad, y deben de adentrarse en un mundo totalmente diferente para ellos.
RETRATANDO A PANDILLERAS
Explica que este trabajo fue posible gracias a una amplia red de contactos, dentro y fuera de los sistemas penitenciarios, y a varias ONG, que le facilitaron el acceso a las cárceles, así como a las presas pertenecientes a bandas criminales como la Mara Salvatrucha o Barrio 18, que operan en buena parte del continente americano con una fuerte presencia en países como Guatemala o El Salvador.
«Nunca me he sentido en peligro alrededor de ellas, ni siquiera de las mujeres pandilleras», comenta Arévalo, que da prioridad a crear una relación respetuosa con las presas: «Primero me siento y converso con ellas. Comparto quién soy de la manera más honesta posible y pregunto quién quiere participar».