Colombia: gobierno y disidencia de las FARC se reúnen, y estos son los retos
Este lunes se instala de forma oficial la mesa de diálogo entre el Ejecutivo y la disidencia FARC al mando de Iván Márquez. Las jugadas de cada lado tendrán que ser casi milimétricas para que esta negociación, que parece ser el “mango bajito” de la paz total, llegue a buen puerto. Estos son los obstáculos, claves y desafíos que se abren con la mesa en Caracas.
06/24/2024. Luego de casi un año y medio de los primeros acercamientos, este lunes se instalará oficialmente la mesa de conversaciones de paz entre el Gobierno nacional y la disidencia de las extintas FARC conocida como Segunda Marquetalia.
Diecinueve días antes, el 5 de junio de 2024, una fotografía, que en algún momento pareció improbable, le dio la vuelta al país. En una mesa redonda, con papeles blancos y lapiceros, aparecieron sentados Iván Márquez, comandante del grupo armado; Otty Patiño, alto comisionado para la Paz, y Armando Novoa, jefe de la delegación del Gobierno. En la escena también se vio a Walter Mendoza, miembro de esa disidencia, mientras parecía organizar los papeles para que Márquez, todavía afectado por las heridas de un atentado, pudiera firmar lo que expertos han catalogado como su salvavidas luego de que se le creyó muerto (un rumor que estuvo rondando hasta hace un mes, cuando apareció por sorpresa en un video).
Ese día, con la firma de ese documento, las partes acordaron la fecha de inicio del primer ciclo de negociaciones y una agenda de diálogo de cinco puntos básicos. Sin embargo, ese “salvavidas” podría ser incluso para el gobierno de Gustavo Petro que, en medio de conversaciones congeladas o que caminan a paso muy lento (con el ELN y el EMC), busca sumar réditos a su apuesta de paz total. En ese objetivo, la mesa con la Segunda Marquetalia pinta como una negociación un poco más posible, aparentemente.
Los retos de la agenda
Esas divisiones internas, que la Segunda Marquetalia FARC acogió desde el principio, podrían significar uno de los primeros retos al negociar. Para Andrés Preciado, director del área de Conflicto de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), un problema significativo tiene que ver con las formas de operación. “Primero es que no tiene una unidad de mando y control, aquí lo vemos como un mismo grupo porque lo llamamos Segunda Marquetalia, pero no hay una unidad de control tan definida. Su expansión también ha sido muy lenta, entonces su fortaleza no es tan significativa como, por ejemplo, la del ELN. Tiene una relación muy cercana con el narcotráfico, eso es significativo, y tiene muchas disputas con otros grupos”, señaló.
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Esa percepción la secundan otros analistas consultados por Colombia+20, quienes apuntan a que, con ese panorama, aún es una incógnita la capacidad de mando de Iván Márquez sobre todas las agrupaciones. Para el Gobierno esa podría ser una de las principales dudas a despejar, sobre todo para saber en qué condiciones se sientan a negociar. “El tema es cómo se mantiene la intención del grupo entero y de la delegación de Gobierno en un estado de absoluta desconfianza entre las partes”, dijo Laura Bonilla, subdirectora de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares).
Otra posible complicación que identifica Preciado son las pretensiones con las que llega la Segunda Marquetalia FARC a la mesa de negociación. “Aunque es un grupo sin tanto calibre, sí tiene unas pretensiones bastante grandes. Han hablado de la constituyente, tienen una agenda tentativa en cinco puntos que es grandilocuente, y eso va a complicar un poco el avance de la negociación”, afirmó.
Y es que el texto firmado el pasado 5 de junio, como antesala a la instalación de la mesa, comienza afirmando que “se requiere una amplia movilización social a fin de avanzar hacia un gran acuerdo político nacional que se apoye en el poder del pueblo soberano”. En el video de reaparición de Márquez, este le dio un respaldo amplio a la propuesta que el presidente Gustavo Petro viene ambientando desde hace meses.
Sin embargo, en una entrevista reciente con Colombia+20, Armando Novoa, jefe negociador del Gobierno, negó de entrada esa lectura. “Se habla de un acuerdo nacional pluralista, pero no de una constituyente. La manera en que se trae esa expresión al documento es en el sentido de buscar un camino que permita contrarrestar las violencias, disminuir la afectación a la población y lograr, según nuestro punto de vista, sacar el mayor número de combatientes de los territorios. No necesariamente implica una asamblea constituyente, pero sí la necesidad de trabajar en función de un acuerdo que les dé respaldo a los esfuerzos para que la paz total pueda llegar a buen rumbo”, dijo.
Por otra parte, también están las pretensiones de lo que se podría incluir en la agenda definitiva. Algunos comandantes de esa disidencia FARC han expresado la idea de retomar el Acuerdo de Paz de 2016. Lo cierto es que desde el lado del Gobierno pareciera que, si bien reconocen la importancia de tener en cuenta lo que ya se hizo, tienen en mente otra idea de darle vida a ese tema y de paso actualizar, como si se tratara de una segunda parte o un “nuevo testamento”.
Para la investigadora Laura Bonilla, “lo que hay que saber es cómo lograr, al menos en una escala más pequeña, casi los mismos hitos del Acuerdo, pero con un actor al que no se le tiene confianza. Es posible que la agenda no sea tan ambiciosa como ocurrió con las FARC, pero sí va a ser más demandante en términos de resultados”.
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