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Los que llegaron al Zulia y se quedaron (IV)

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Esta es la IV entrega de la crónica «Los que llegaron al Zulia y se quedaron». Historia de vida de un matrimonio italiano que llegó a Venezuela, tierra de oportunidades, sembrándose en Maracaibo. Realizado por el periodista y escritor venezolano José Aranguibel Carrasco.

El día de su boda, celebrada en la Chiesa del Carmine del sureño pueblo de Montecalvo Irpino, María Concetta Tedesco de Cafoncelli vio realizados sus deseos. Todo el pueblo celebró a lo grande. (Foto: Cortesía)

10/20/2024. Texto: José Aranguibel Carrasco

Si era o no cosa del destino ya el matrimonio de Antonio Romolo Cafoncelli (+) con María Concetta Tedesco estaba escrito en el libro de sus vidas. El, antes de unirse con la mujer que lo acompañó hasta el último día de su existencia, tenía diez años viviendo en nuestro país. «Venezuela era una tierra de oportunidades», le dijo a él un tío que lo invitó a venirse en el año 1.950

En su pueblo de Montecalvo Irpino, provincia de Avellino, sur de Italia, muchos le decían que iba rumbo a ser una solterona, porque a sus 24 años de edad aún no tenía novio ni planes de casarse. Eso era lo que menos le preocupaba a María Concetta Tedesco de Cafoncelli. No había apuros, además, su sueño, entre otros, era contraer nupcias con un hombre que fuese del pueblo y, además, más alto que ella. Tuvo algunos pretendientes que no reunían su gusto natural de mujer hermosa, bella y muy sociable.

Ella es la protagonista de esta IV entrega de «Los que llegaron al Zulia y se quedaron». Ha vivido en Maracaibo sesenta y tres años de sus 88 de edad. A la Tierra del Sol Amada llegó, siendo la primera mujer de su pueblo que viajaba en avión, casada en el año 1.960, luego de contraer nupcias con su amor a primera vista, Antonio Romolo Cafoncelli, fallecido en 2.020, con quien estuvo unida sesenta años. Ambos fundaron un hogar venezolano caracterizado por valores de solidaridad, trabajo, honestidad y disciplina.

María Concetta Tedesco de Cafoncelli recuerda, anecdóticamente, que su compromiso nupcial estuvo supeditado en tres deseos: casarse con un hombre alto, nacido en su pueblo y que la sacara de Montecalvo de Irpino. (Foto: Cortesía)

Sus herederos vieron la luz del mundo en esta tierra bendecida por papá Dios y La Chinita donde nacieron María Cristina, Franco, Tony y Dino. Ellos han seguido los pasos de sus padres que llegaron como cientos de miles de inmigrantes de distintas nacionalidades, especialmente de Europa, a partir de terminada la II Guerra Mundial en 1.945, cuando comenzaron a poblar a aquella Venezuela rural a la que se integraron a construir y a desarrollar la tierra de Simón Bolívar, su nueva patria.

Si era o no cosa del destino ya el matrimonio de Antonio Romolo Cafoncelli con María Concetta Tedesco estaba escrito en el libro de sus vidas. El, antes de unirse con la mujer que lo acompañó hasta el último día de su existencia, tenía diez años viviendo en Venezuela, adonde vino por una carta escrita a su padre Francesco Cafoncelli, por su tío Nicola, quien fue otro inmigrante que llegó con su familia y decidió instalarse en Barquisimeto.

Venezuela tierra de oportunidades

Su tío Nicola le habló que Venezuela era una tierra de oportunidades. Convencido, su sobrino paterno hizo maletas y abordó un barco que lo llevó al puerto de La Guaira. Tenía, aproximadamente 18 años de edad, cuando pisó tierra de América Latina, llegando a un país donde el idioma no era el suyo. Eso no sería obstáculo para emprender un nuevo comienzo dejando atrás a una Italia llena de dificultades económicas, carencias y sin oportunidades en plena postguerra.

En la capital del estado Lara, residió durante tres años, desenvolviéndose en el arte de la carpintería hasta que un día un paisano le habló de Maracaibo. Decidió seguir al amigo a la Tierra del Sol Amada, donde los salarios eran más atractivos que en Barquisimeto, lo que podía significar ganar más de diez bolívares por jornada diaria.

La idea no agradó mucho a su tío Nicola quien le advirtió que Maracaibo era una ciudad muy calurosa e inhóspita, aunque poco a poco comenzaba a surgir la condición del que sería el centro petrolero más importante de Venezuela. En Maracaibo, la primera actividad laboral de Antonio Romolo Cafoncelli la desarrolló en una carpintería donde era un obrero más, dirigido por Dante Masina, oriundo del norte de Italia, propietario de la empresa.

En la zona de Bella Vista con avenida El Milagro, parroquia Olegario Villalobos, vivió en una pensión que compartía con otros paisanos. El intenso trabajo diario ocupaba su tiempo, consolidaba su arte de transformar la madera como ebanista, madurando el carácter responsable y disciplinado del futuro esposo de María Concetta Tedesco. El día, que debía llegar teniendo con quien compartir la vida, comenzó a tocar la puerta de su corazón.

Sin haber perdido el acento italiano explica al periodista, en un comprensible español, que inició estudios para formarse como maestra en Nápoles, a 100 kilómetros de su pueblo, pero tuvo que suspenderlos por otra gran responsabilidad en la vida. (Foto: Cortesía)

Decisión de casarse

Sus amigos y paisanos ya le preguntaban entre bromas, porque no se casaba para vivir el resto de su vida con una compañera, pero aun teniendo novia de origen italiano también, su deseo e instinto natural de casarse, surgió con el nuevo año, 1.960, pues era tiempo de ver nuevamente su pueblo natal Montecalvo Irpino, abrazar a su familia y, posiblemente, sería la respuesta a un interés muy personal que llegó cuando Cupido hizo el trabajo de flechar los corazones de Antonio y María.

Viajó a Italia con ese propósito de visitar a la familia y a las amistades que no veía desde que salió buscando una mejor calidad de vida en Venezuela. Sus padres le hablaron de la posibilidad de casarse y le sugirieron conocer a María Concetta Tedesco. Una joven del pueblo que era la mejor amiga de su hermana Giuditta.

Se conocieron el día de la festividad de San Antonio el 13 de junio. Surgió el amor a primera vista y a partir de ese momento quedó sellado el compromiso de la joven pareja europea. La boda fue celebrada en la Chiesa del Carmine del sureño pueblo de Montecalvo Irpino. En la memoria de María Concetta, aún recuerda de manera anecdótica, que la respuesta afirmativa de comprometerse con Antonio Romolo Cafoncelli estuvo supeditada a tres deseos.

El primero, casarse con un hombre del pueblo que conociera a su familia. En segundo lugar que fuera un hombre alto por aquello que entre una esposa bajita y un esposo espigado existe la esperanza de que los hijos resulten más crecidos y, el tercero, el deseo de viajar y salir de Montecalvo Irpino, eran condiciones que su futuro esposo reunía cabalmente.

Por eso entre gustos y colores no hay reglas estrictas sino que cada uno es libre de desear o de opinar lo que quiera. Lo que siguió después entre María y Antonio fue una breve separación, cuando él regresó a Maracaibo a ocuparse de buscar una “casita”, un techo propio para su esposa y la descendencia que llegaría más adelante.

Además, otro recuerdo que no olvida es que llegó a enterarse que Antonio, en los días que la pretendía, buscó referencia de ella indagando con la Madre Superiora de la escuela-taller de la Orden de las Suore Calasanziane, donde compartía su dedicación a los bordados y otras destrezas manuales, fundamentada en una completa formación católica, junto con su mejor amiga Giuditta y muchas buenas amigas del pueblo.

El resultado de la indagatoria concluyó en seis décadas al lado de ella. María Concetta Tedesco de Cafoncelli cuando tenía 15 años de edad quizás recibió el más duro golpe que nunca puede olvidarse en la vida. El fallecimiento de su mamá, Gerardina Cardillo de Tedesco. Ella, junto con su padre enviudado tempranamente y a la abuela materna, María Antonia Caccese, les tocó superar el duro golpe, continuar la vida y terminar la crianza de sus hermanos menores.

Puedes leer: Los que llegaron al Zulia y se quedaron III

La muerte de su mamá detuvo sus estudios

Sin haber perdido el acento italiano explica en un comprensible español, que quiso estudiar para graduarse como maestra, luego de culminar su educación media en Montecalvo Irpino, donde no existía la posibilidad de continuar estudios superiores, sino en Nápoles, a 100 kilómetros de su pueblo, donde llegó para iniciar esa formación para cumplir esa meta, pero a los pocos meses tuvo que suspenderla por la nueva gran responsabilidad en su vida.

Llegada a Maracaibo, una nueva vida

En 1.961 llegó el día cuando a María Concetta Tedesco de Cafoncelli le correspondió abordar el avión que la trajo a Maiquetía, donde era esperada por su amado Antonio Romolo Cafoncelli y un amigo que viajaron desde Maracaibo a recibir a la mujer que haría historia al lado de su marido. Asumieron retos sin detenerse ante adversidades, siendo perseverantes, trabajadores y disciplinados en una tierra, donde la gente los acogió como a otros de los suyos.

En el sector Cañada Honda, parroquia Cecilio Acosta, fue el asiento de la familia Cafoncelli Tedesco. El pasar de los años significó a fuerza de trabajo, constancia y disciplina la apertura de un taller contiguo a la vivienda que ocupaban. Muy cerca de la cañada que toma el nombre del sector que atemorizaba a la familia en época de lluvias por la crecida del cauce. Asimismo los años permitieron el crecimiento de la clientela, amistades y la llegada de los hijos.

Su papel de esposa y madre no lo era todo para María Concetta Tedesco de Cafoncelli. Siempre al lado del jefe de la familia sacaba tiempo de donde no había para atender a los clientes, proveedores o hacer de secretaria al momento de cobrar o despachar algún pedido o encargo del trabajo de cualquiera de los emprendimientos de su esposo.

Su papel de esposa y madre no lo era todo para María Concetta Tedesco de Cafoncelli. Sacaba tiempo de donde no había para atender a clientes, proveedores o hacer de secretaria al momento de cobrar o despachar algún pedido en madera. (Foto: Cortesía)

Un esfuerzo compartido

No olvida los momentos de ajetreo buscando un espacio para llevar a los hijos a un parque en la Plaza Urdaneta de la avenida Padilla o comer helados en Bella Vista. Todo un esfuerzo de un hombre y una mujer que el tiempo habría de recompensar. En la década de 1.970, su amigo Carmelo Stella decidió regresar con la familia a Italia y vender su propiedad denominada Marmolería Monumental SRL, actual Edificio Marmoca, ubicado frente a la intersección de la Limpia con avenida Universidad.

Recuerda que Carmelo Stella le comentó a su amigo Antonio Romolo Cafoncelli la venta del negocio de la marmolería. Su esposo, dice, en principio le respondió a su amigo que le había despertado las ganas de comprarle su negocio, a lo cual éste le enfatizó que si “sabía cortar madera, también podía cortar el mármol”.

La noticia de la mudanza a una mejor ubicación en la ciudad fue acogida con gran entusiasmo por ella. La negociación quedó concretada como también la nueva historia de esta actividad económica del Zulia, Venezuela y más allá de nuestras fronteras.

Hoy sus hijos y nietos han dedicado tiempo, esfuerzo y trabajo para ir mejorando e innovando la marcha de las empresas del Grupo Marmoca que Antonio Romolo Cafoncelli y su esposa María Concetta Tedesco de Cafoncelli levantaron con constancia, honestidad y disciplina como el mejor sello de una garantía familiar.

En los últimos treinta años, María Concetta Tedesco de Cafoncelli, también se ha dedicado a actividades distintas al trabajo diario. Nacidas de la educación y valores aprendidos en el hogar con su abuela materna y las enseñanzas de las monjas en favor de los más necesitados.

Su presencia desde la constitución, junto con su esposo de la Casa de Reposo en Maracaibo, Villa Serena, una institución que atiende a viejitos sin familia o enfermos nacidos en Italia. Asimismo, como Voluntaria del Hogar Clínica San Rafael, le permitió conocer a gente buena, solidaria y preocupada por el prójimo, dejando una huella impecable en todas las personas que la conocen por su fortaleza, alegría e inquebrantable fe.

Texto: José Aranguibel Carrasco

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