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A tres años de guerra en Ucrania: ¿paz o reparto geopolítico?

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Al cumplirse tres años del conflicto entre Rusia y Ucrania, la comunidad internacional sigue sin ofrecer una solución efectiva, dejando en claro que el derecho internacional, al menos para las grandes potencias, no es más que papel mojado. Las negociaciones actuales, encabezadas por Vladimir Putin y Donald Trump, han sido bautizadas como un «proceso de paz», pero en realidad parecen un reparto de poder y recursos disfrazado de diplomacia.

02/24/2025. El presidente ucraniano Volodímir Zelenski, quien en los primeros años del conflicto fue recibido en Occidente como un símbolo de resistencia, ovacionado en el Capitolio de EE.UU., en Davos, la OTAN y el G7, ahora se enfrenta a una realidad completamente distinta. Trump, al reaccionar ante sus declaraciones recientes, lo ha descalificado llamándolo «comediante con suerte», insinuando que solo sirvió para arrastrar a EE.UU. a una guerra costosa. Esta postura revela un cambio en la estrategia de Washington, que podría dejar de considerar a Ucrania una prioridad estratégica.

El Consejo de Seguridad de la ONU, que en teoría debería ser el principal organismo encargado de mediar en conflictos de esta magnitud, ha estado ausente en la toma de decisiones reales. Naciones Unidas se ha limitado a jugar un papel secundario, sin capacidad de frenar los intereses de las potencias. Como ha sucedido en múltiples conflictos, la organización parece estar relegada a la función de notario público, certificando los acuerdos que impongan EE.UU. y Rusia sin capacidad de intervenir de manera efectiva.

Ucrania: un botín de guerra estratégico

Más allá del discurso político, la guerra en Ucrania tiene un componente económico y geopolítico evidente. Desde el inicio del conflicto, Rusia ha buscado consolidar su control sobre la Península de Crimea, una región clave para su acceso a mares cálidos, algo vital para una potencia con limitaciones geográficas en este aspecto. Ahora, las demandas han escalado y Putin aspira a obtener una porción aún mayor del territorio ucraniano, mientras que Trump sugiere que la «paz» solo será posible si se le entrega la mitad de los recursos del país como garantía.

Este no es un reclamo menor. Ucrania es una de las naciones más ricas del mundo en recursos naturales estratégicos. Posee 117 minerales certificados, 25 de ellos considerados materias primas críticas para el desarrollo industrial y tecnológico global. Es el séptimo mayor productor de hierro, el sexto de titanio, el octavo de grafito y el décimo de uranio. Además, ocupa el segundo lugar en producción de galio y el quinto en germanio, elementos esenciales para la fabricación de semiconductores y tecnología avanzada. A esto se suman vastas reservas de litio y tierras raras, claves para la industria energética del futuro. Se estima que el valor total de estos recursos supera los 26 billones de dólares.

Cuando Trump sugiere que la mitad de estos recursos deben quedar bajo control de EE.UU. o sus aliados, queda en evidencia que lo que se negocia no es la paz, sino el reparto de un país. Este enfoque es similar al que empleó el expresidente estadounidense William McKinley a finales del siglo XIX, quien tras la guerra hispano-estadounidense consolidó el dominio de EE.UU. sobre Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. Trump ha declarado en varias ocasiones su admiración por McKinley, lo que sugiere que su visión de la política exterior sigue una lógica expansionista.

Puedes leer: Trump se reunirá con Macron en pocos días – Dehablahispana

Europa en la encrucijada: un nuevo orden geopolítico

Mientras EE.UU. y Rusia trazan su estrategia, Europa enfrenta un dilema crucial. En 2024, el continente invirtió 457,000 millones de dólares en defensa, tratando de reforzar su seguridad ante el avance ruso. Sin embargo, Moscú superó esa cifra, destinando 462,000 millones a su propia industria militar. La posibilidad de que Putin salga fortalecido de esta guerra obliga a Europa a redefinir su papel en la geopolítica global.

El creciente acercamiento entre Trump y Putin genera inquietud en los líderes europeos. Si EE.UU. adopta una postura más aislacionista o pragmática, dejando a Europa sola frente a Rusia, los gobiernos del continente tendrán que asumir una mayor responsabilidad en su propia seguridad. Esto podría llevar a una militarización aún mayor de la región y a una política exterior más agresiva por parte de la Unión Europea.

La factura de la guerra: ¿quién paga el precio?

El financiamiento del conflicto es otro punto clave en este escenario. Según Zelenski, EE.UU. ha destinado 67,000 millones de dólares en armamento y 31,500 en ayuda financiera, sumando un total de 94,500 millones. Sin embargo, Trump ha insinuado que la «factura» real que Ucrania debe pagar asciende a 500,000 millones, una cifra que se acercaría al valor de la mitad de los recursos naturales ucranianos.

Europa también está comenzando a calcular su propio aporte. Desde Bruselas se plantea que la Unión Europea ha contribuido más que Washington al sostenimiento de Ucrania, lo que abre una nueva disputa sobre quién debería recibir compensaciones en caso de una negociación con Rusia. Este debate podría generar tensiones dentro de la OTAN y entre los aliados occidentales, dejando aún más incierto el futuro del conflicto.

Conclusión

Tres años después del inicio de la guerra, la narrativa ha cambiado. Lo que comenzó como una lucha por la soberanía de Ucrania se ha transformado en una pugna por el reparto de sus recursos y territorio. EE.UU. y Rusia están negociando un acuerdo que responde más a sus propios intereses que a los del pueblo ucraniano. La ONU sigue sin un papel relevante, Europa enfrenta el riesgo de un reordenamiento geopolítico y Ucrania, lejos de ser el símbolo de resistencia que se presentó en sus inicios, parece destinada a convertirse en una moneda de cambio en la política de las grandes potencias.

Redacción DHH.

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