La administración de Trump revive la estrategia del “máximo castigo” contra La Habana, desenterrando las herramientas económicas más letales del arsenal diplomático.

06/30/2025. Con la tinta aún fresca, Donald Trump ha reactivado la línea más dura contra Cuba, reinstaurando medidas que reavivan el embargo económico con una ferocidad no vista en años. Este retorno a la doctrina de presión máxima no solo repele los intentos de distensión de gobiernos anteriores, sino que también revela una apuesta frontal por el aislamiento económico como arma geopolítica.
Trump, firmó este lunes un memorando que blinda su política de mano dura hacia Cuba, al mantener la prohibición del turismo a la isla e impedir transacciones financieras con Gaesa, un conglomerado en poder de los militares.
El régimen cubano, que ha sobrevivido durante décadas a base de propaganda interna y subsidios externos, enfrenta ahora un escenario más asfixiante: acceso limitado a divisas, restricciones severas al comercio, sanciones a empresas extranjeras que operen en la isla… y un mensaje claro: Estados Unidos vuelve a castigar con fuerza las alianzas ideológicas con potencias como Irán, China y Rusia.
Desde La Habana, las autoridades reaccionan con el mismo libreto de siempre: denuncias de injerencia y llamados a la resistencia. Pero cada nuevo decreto firmado en Washington les recuerda algo que ni el Partido Comunista puede maquillar: que su modelo depende del oxígeno extranjero para sostener una economía semiparalizada y un aparato represivo que no se sostiene solo.
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Para muchos observadores internacionales, este giro marca no solo una estrategia electoral de Trump —apuntando a los votantes cubanoamericanos— sino también un intento de reconfigurar el tablero hemisférico, endureciendo las líneas entre aliados democráticos y regímenes autoritarios. Y en ese nuevo mapa, Cuba vuelve a ser el blanco más fácil y más simbólico.
Redacción de DHH sobre lectura de agencias
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