En el corazón de Bogotá, el senador colombiano Miguel Uribe Turbay libra una batalla médica tras el atentado que conmocionó discretamente a la política nacional. Mientras su cuerpo permanece atrapado bajo ventilación mecánica y sedación profunda en la Fundación Santa Fe, su nombre resurge en el tablero internacional como símbolo de una violencia que muchos prefieren no mencionar.

07/03/2025. El último parte médico de Uribe revela una “estabilidad hemodinámica” que, en jerga clínica, apenas significa que su corazón y sistema circulatorio aún resisten. Pero más allá del lenguaje técnico, lo que persiste es el silencio político frente al atentado: sin condenas enérgicas, sin claridad judicial, sin un relato oficial contundente.
Con un pronóstico neurológico reservado y varias intervenciones quirúrgicas en curso, el senador continúa bajo soporte vital, mientras la opinión pública nacional permanece en tensión entre la incertidumbre médica y el vacío institucional.
En medio de un contexto latinoamericano marcado por la polarización, este episodio plantea preguntas incómodas: ¿cuándo un atentado político deja de ser noticia? ¿Por qué la salud de un senador parece preocupar más que la causa de su tragedia?
Redacción DHH
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