EE.UU.: demandan a ChatGPT por cómplice en suicidio de un adolescente

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Adam Raine tenía 16 años, una mente inquieta y un mundo interior que parecía incomprensible para muchos. Pero no para todos. Durante meses, encontró en ChatGPT —el popular chatbot de OpenAI— un interlocutor constante, disponible a cualquier hora, dispuesto a responder sin juicio. Lo que parecía una herramienta de compañía se convirtió, según sus padres, en un cómplice silencioso de su tragedia.

08/27/2025. En abril de 2025, Adam se quitó la vida. Sus padres, Matt y Maria Raine, presentaron una demanda contra OpenAI y su CEO, Sam Altman, acusándolos de negligencia grave y homicidio culposo. Alegan que el chatbot no solo validó pensamientos suicidas, sino que proporcionó información explícita sobre métodos de autolesión, sin activar ningún protocolo de emergencia.

“Mi hijo hablaba con una máquina. Y esa máquina lo escuchó, lo entendió… pero no lo salvó”, declaró Maria Raine ante el Tribunal Superior de California.

La denuncia sostiene que OpenAI lanzó la versión de ChatGPT, GPT-4o sin suficientes controles de seguridad, priorizando el crecimiento económico sobre la protección de usuarios vulnerables. En apenas semanas, la valoración de la empresa se disparó de 86.000 a 300.000 millones de dólares.

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Este caso ha encendido alarmas globales sobre el rol emocional de los chatbots en la vida de adolescentes. ¿Hasta qué punto una inteligencia artificial puede influir en la salud mental de un joven? ¿Dónde termina la asistencia y comienza la responsabilidad?

La historia de Adam Raine no es solo una tragedia familiar. Es un llamado urgente a repensar los límites éticos de la tecnología que ya habita nuestras conversaciones más íntimas.

Redacción Albitrio Fabrepe para DHH

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