Cuba a oscuras y sedienta: la doble crisis que ahoga a la isla

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Una tormenta perfecta de sequía, apagones interminables y una infraestructura en ruinas deja a más de tres millones de personas en Cuba sin acceso confiable al agua, mientras el sistema eléctrico nacional se paraliza y el gobierno admite que «se acumulan los problemas».

09/17/2025. La vida en Cuba transcurre entre la espera del agua y el regreso de la luz. Más de 3.1 millones de personas, casi un tercio de la población de la isla, sufren afectaciones totales o parciales en el suministro de agua potable. Al mismo tiempo, el país se sumerge en una crisis energética con apagones que superan las 20 horas diarias en algunas zonas, creando un círculo vicioso que agrava la escasez de ambos recursos y agota la paciencia ciudadana.

La crisis hídrica, que afecta a todas las provincias, tiene múltiples causas interconectadas. Por un lado, una sequía prolongada ha dejado los embalses del país con un déficit de 1,790 millones de metros cúbicos por debajo de su media histórica. En provincias como Santiago de Cuba, la situación es crítica, con más de 400,000 personas (un 40% de sus habitantes) afectadas directamente por la escasez y los embalses «al límite».

Sin embargo, la sequía es solo una parte del problema. La «contingencia energética» es el otro gran catalizador de la crisis del agua. Los constantes y prolongados apagones detienen las bombas de agua durante horas. Cuando la electricidad regresa, los equipos de bombeo, a menudo averiados por las fluctuaciones de voltaje, tardan en reactivarse. A esto se suman las «frecuentes roturas» de estas máquinas y el deterioro generalizado de las redes de distribución. De los más de 3 millones de afectados por la falta de agua, solo 900,000 la sufren directamente por la sequía; el resto son víctimas de los apagones y las fallas en la infraestructura.

El panorama eléctrico no es más alentador. El propio ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, ha reconocido que la crisis se debe a equipos envejecidos, mantenimientos postergados y falta de financiamiento. El Sistema Eléctrico Nacional (SEN) opera con termoeléctricas obsoletas que fallan constantemente, provocando un déficit de generación que ha llegado a superar los 2,000 MW. La Habana, incluso, ha sufrido cortes masivos para evitar un colapso total del sistema.

En un intento por mitigar la crisis, el gobierno ha instalado más de 800 sistemas de bombeo con energía solar, descritos como «confiables» por no depender de combustibles fósiles. No obstante, el alcance de esta solución es limitado. Los parques solares generan apenas 600 MW y son insuficientes para compensar la fragilidad de un sistema eléctrico que depende casi en su totalidad de termoeléctricas viejas y combustibles importados, cuyo pago es insostenible para el país.

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La magnitud del problema ha sido reconocida incluso por el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, quien admitió que en Cuba «se nos acumulan los problemas», citando la escasez de divisas, combustibles y energía. Marrero comparó la situación con una «guerra», una metáfora que refleja la precariedad cotidiana de la población. Esta doble crisis de agua y electricidad se ha convertido en un detonante social, sumándose a los reclamos en las protestas registradas en comunidades de La Habana y Santiago de Cuba.

Mientras las autoridades prometen mejoras futuras, como la incorporación de nuevos bloques eléctricos en octubre, la población sigue almacenando agua en envases cuando puede y soportando apagones interminables, atrapada en una realidad donde las soluciones no llegan y la crisis se profundiza.

Redacción Albitrio Fabrepe para DHH.

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