En el complejo tablero político de Venezuela, donde la esperanza de un cambio democrático choca constantemente con la resiliencia del gobierno de Nicolás Maduro, una constante ha sido la voz de analistas y periodistas que, desde diversos frentes, intentan predecir el desenlace de la crisis.

09/30/2025. A pesar de sus esfuerzos, a menudo impulsados por una genuina aspiración democrática, un análisis ponderado de sus pronósticos revela un significativo desfase entre sus vaticinios y la terca realidad, demostrando la dificultad de anticipar con certeza los eventos en el país.
El miedo que no paralizó al poder
Hace aproximadamente un año, el analista Antonio de la Cruz, en un artículo titulado «Maduro & Co. tienen miedo», describía una estrategia gubernamental basada en el uso del «miedo como herramienta política esencial para mantenerse en el poder». Según de la Cruz, el objetivo de Maduro era sembrar terror para desmovilizar a la población y a la oposición. Se mencionaba que el régimen enfrentaba una «fractura interna significativa dentro del aparato de seguridad del Estado» y que Maduro no confiaba plenamente en su Fuerza Armada. La conclusión del análisis era que la «estrategia del miedo implementada por Nicolás Maduro & Co. es una maniobra desesperada para mantener el control en un país que clama por cambio» y que el pueblo debía superar ese temor.
Un año después, aunque la tesis del uso del miedo como herramienta de control sigue siendo válida, el «miedo» atribuido a Maduro y su cúpula no se ha traducido en la parálisis o la caída del gobierno que se podía inferir. El régimen no solo ha permanecido en el poder, sino que ha continuado consolidando sus mecanismos de control, como el uso de grupos civiles armados y la represión selectiva, tal como lo describía el propio De la Cruz. El tiempo ha demostrado que, si bien el miedo pudo ser un factor interno en el oficialismo, no fue el catalizador de su colapso.

La extracción anunciada que nunca sucedió
Quizás el pronóstico más audaz y específico fue el del periodista Albert Castillón. En una transmisión, afirmó tener información de fuentes del Departamento de Estado y el Pentágono sobre una inminente «extracción de Maduro». Castillón fijó fechas concretas: «miércoles 17 de septiembre, el jueves 18 o el viernes 19», asegurando que esos días estaban «encima de la mesa en el calendario del Pentágono». Detalló que la operación contaría con colaboración internacional del MI6 británico para proteger a María Corina Machado y que el objetivo era llevar a Maduro preso a Estados Unidos.
La semana señalada por Castillón transcurrió sin incidentes de la magnitud anunciada. La operación de extracción no se materializó, y Nicolás Maduro continuó en el poder sin contratiempos visibles. Este caso ilustra de manera contundente la brecha entre la información, a menudo de fuentes confidenciales, y los hechos verificables.
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En conclusión, aunque analistas como De la Cruz y Castillón obran con la intención de informar y alentar a una audiencia que anhela la democracia en Venezuela, sus análisis y predicciones, vistos en retrospectiva, han fallado en anticipar con precisión los acontecimientos. Esto no invalida necesariamente la calidad de sus fuentes o la veracidad de las tensiones que describen, pero sí subraya la extrema complejidad y volatilidad del escenario venezolano, un entorno donde las variables son tantas y tan opacas que incluso los observadores más informados tienen dificultades para trazar un mapa certero del futuro. La realidad política de Venezuela ha demostrado ser, una y otra vez, más resistente y menos predecible de lo que los titulares sugieren.
Redacción DHH.
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