Debido a la actual situación entre Colombia y EE.UU., reproducimos este editorial del diario elnuevosiglo.com.co, cuyo escrito da una perspectiva distinta del impasse.

10/20/2025.
A nadie escapa, y menos a Donald Trump, que Colombia es un productor masivo de drogas ilícitas. Cobija más del setenta por ciento de la exportación de cocaína en el mundo, sin contar marihuana y otros. Para eso, los principales clanes y agentes del negocio criminal tienen sembradas alrededor de 254.000 hectáreas de hoja de coca (estadísticas de la ONU, 2023), diseminadas principalmente en cuatro o cinco departamentos, en particular cerca de las fronteras. De los sembradíos y transformación en los laboratorios salen libres alrededor de dos mil toneladas métricas del alcaloide, después de incautaciones, con destino especial a Estados Unidos, aunque también al mercado progresivo en otros continentes. Rubros por su parte que, a estas alturas, dos años después del último registro, los expertos presumen estén rezagados y lejos de la realidad de hoy.
Por otro lado, si bien las cifras monetarias suelen variar de modo dramático, dependiendo de los factores que se incluyan, es posible afirmar que solo frente a ese país el negocio ronda una suma exorbitante y en crecimiento. Lo cual, a su vez, señala que un problema de esa magnitud exige, ante todo, una política fundamentada en la corresponsabilidad gubernamental. Es decir, en lo que atañe tanto a la oferta colombiana como a la demanda estadounidense, con miras a neutralizar el fenómeno en los diferentes eslabones de la cadena. O sea, desde el insumo primario (hoja de coca), su conversión química interna (cocaína) y su transporte hasta el cometido final en los centros de acopio y consumo norteamericanos.
Para nadie es secreto, por otra parte, que, con el triunfo del Partido Republicano en cabeza de Trump, se dio un viraje de 180 grados al respecto. De hecho, punto central de su programa electoral fue el combate al contrabando de fentanilo, al igual que la reducción del impacto de drogas ilícitas asociadas (como la cocaína), que llevó en la época de la administración de Joe Biden a cien mil víctimas mortales: el doble de las bajas norteamericanas en Vietnam, solo que en un año.
Tampoco es secreto que esa fatídica epidemia se dio de modo inicial por la manga ancha frente a la producción y receta indiscriminada de opiáceos por parte de laboratorios farmacéuticos legales, particularmente Purdue. No obstante, al mismo tiempo y sin reparar en aquellas sanciones, el narcotráfico vio en ese mercado una veta gigantesca. Y por ahí se metió hasta que el asunto se convirtió en uno de los temas neurálgicos de la jornada electoral de 2024.
En esa perspectiva, tomar la corresponsabilidad como un tema marginal, tal cual ha ocurrido por parte del actual Gobierno colombiano, es no solo temerario sino en contravía de los intereses nacionales. No basta, por supuesto, con aducir que mucho se ha hecho con las incautaciones si esto no ha servido de disuasión alguna y, por el contrario, la siembra, producción y comercialización del alcaloide están cada vez más fuera de control y en auge. Todavía peor, volver el asunto motivo de pugna en vez de acuerdos, a propósito de enervar al país en el marco del llamado “progresismo”, decadente y de salida.
Ni ‘pactos de la Picota’, ni mamparas de una paz ficticia y retórica que nunca llegó por cuenta de la improvisación y el galimatías sirven para evadir el fracaso en la materia, ni menos ha contribuido la actuación tremendista en procura de llevar al límite las relaciones con Estados Unidos y creerse el cuento trasnochado de sacar réditos políticos de ello. Por demás, el alinderamiento, cada vez más evidente de Gustavo Petro con la dictadura y satrapía de Nicolás Maduro, lo único que ha demostrado es su obsesiva inclinación por materializar una suerte conjunta y, de paso, llevarse por delante el destino de la democracia colombiana.
Puedes leer: Trump tacha a Petro de «capo» y asesta un «golpe» contra el bolsillo de Colombia
De suyo, el país había logrado recientemente una “descertificación” sin consecuencias, gracias al esfuerzo de alcaldes, empresarios y fuerzas sociales, en la medida en que era una advertencia para mejorar el escenario de las relaciones bilaterales, incluso, por ejemplo, por fuera de lo hecho con México y Canadá. Todo ello amenaza con venirse a pique desde que ayer Trump, dadas las provocaciones intencionales por parte del Gobierno colombiano en las últimas semanas, anunció la suspensión de las donaciones del Plan Colombia, aparte de otras medidas, y probablemente la imposición de aranceles.
Reproducción integra de editorial del diario elnuevosiglo.com.co
Más historias
Bolivia: Rodrigo Paz inicia transición con el gobierno de Luis Arce
Petro a Trump: el Tratado de Libre Comercio se encuentra «suspendido de facto»
Trump tacha a Petro de «capo» y asesta un «golpe» contra el bolsillo de Colombia