El periodismo, concebido como contrapeso del poder, enfrenta en Venezuela una crisis de independencia agravada por la polarización extrema y la diáspora. Esta dinámica, donde la crítica se anula en dos bandos opuestos, encuentra su explicación ética y profesional en la práctica del “Buddy Journalism” (periodismo de camaradería).

11/03/2025. Este fenómeno, definido como el desarrollo de relaciones demasiado cercanas o amistosas entre periodistas y sus fuentes, ha moldeado la narrativa sobre la crisis política venezolana, transformando a los observadores en aliados o voceros, tanto dentro como fuera del país. El resultado es un ecosistema informativo donde la complacencia prevalece, llevando al periodismo a ser, como se ha señalado, «muy sutil» y, «otras veces, muy complaciente».
La anatomía del Buddy Journalism
El Buddy Journalism surge cuando el reportero deja de ser un observador independiente para convertirse en amigo, confidente o aliado de la figura pública que cubre.
Origen y contexto
El concepto comenzó a mencionarse con fuerza en los años 70 y 80, especialmente en Estados Unidos, cuando algunos críticos notaron que corresponsales políticos y de guerra se volvían parte del mismo círculo social o ideológico de los funcionarios que debían fiscalizar.
Durante campañas presidenciales o coberturas del Pentágono, por ejemplo, muchos periodistas compartían viajes, cenas y confidencias con las mismas personas a las que luego entrevistaban.
Esa cercanía —el “buddy system”, típico del ejército o de fraternidades universitarias— dio lugar a la expresión Buddy Journalism.
La razón fundamental por la que esta práctica es un problema es que compromete la independencia. Un periodista bajo esta dinámica corre el riesgo de suavizar preguntas, omitir datos incómodos o, peor aún, actuar como vocero involuntario de su fuente. Esto distorsiona la agenda informativa, llevando al reportero a repetir versiones oficiales y a priorizar el acceso sobre la búsqueda rigurosa de la verdad.
En el contexto venezolano, esta erosión de la independencia se manifiesta de manera simétrica y devastadora en las dos vertientes de comunicación.
1. La vertiente interna: complacencia por supervivencia
Los periodistas que permanecen en Venezuela y cubren la actualidad nacional bajo la égida del gobierno de Nicolás Maduro se enfrentan a presiones inmensas que los empujan hacia la complacencia, una manifestación del Buddy Journalism forzado.
Si bien la complacencia puede ser un mecanismo de supervivencia en un entorno hostil para los medios, el resultado ético es idéntico:
- Pérdida del contrapeso: El periodismo debe ser el contrapeso del poder, no parte de él. Cuando los periodistas dentro del país deben ser «complacientes con el gobierno de Maduro» para mantener el acceso o la seguridad, se ven obligados a omitir datos incómodos o a repetir versiones oficiales.
 - Priorización del acceso: El miedo a perder la acreditación, la publicidad o la capacidad de operar obliga al reportero a priorizar el acceso (el «favor») sobre la verdad independiente. Esta dinámica profesional se asemeja al ejemplo ilustrativo de un periodista que duda antes de publicar algo que pueda dañar a su «amigo» o, en este caso, a la fuente que le permite operar.
 - Credibilidad dañada: La audiencia venezolana (y global) percibe cuando la cobertura «huele a complacencia o favoritismo», lo que erosiona la confianza pública en los medios internos.
 
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2. La vertiente externa: la camaradería ideológica del «salvador»
La diáspora de comunicadores críticos, quienes ven en figuras como María Corina Machado y Donald Trump una «válvula de salvación para recuperar la democracia,» cae bajo una forma de Buddy Journalism impulsada por la alineación ideológica y el activismo político.
En este caso, la camaradería no nace necesariamente de viajes compartidos o cenas (aunque puede darse), sino de un pacto implícito de no agresión: la fuente (el líder opositor o la figura internacional) es vista como un medio para alcanzar un fin político superior (la democracia).
- Aliado, no fiscalizador: Cuando el periodista se convierte en «aliado» de la causa, su rol fiscalizador se anula. El objetivo principal deja de ser «verificar de forma independiente toda información» y pasa a ser la promoción de la narrativa que favorece a ese «salvador».
 - Incapacidad de crítica: estos periodistas son «incapaces de hacerle alguna crítica» a sus fuentes. Esto es la manifestación directa de que la independencia está comprometida. Al igual que el reportero que se hace amigo de un candidato, duda al momento de escribir algo que pueda dañarlo. En este contexto, cualquier crítica a Machado o Trump se percibe como una traición a la causa democrática o una ayuda involuntaria al gobierno de Maduro.
 - Distorsión de la agenda: Los códigos éticos recomiendan diversificar los puntos de vista. Sin embargo, si la relación es de camaradería ideológica, el periodista puede terminar repitiendo las versiones oficiales de la oposición sin el rigor necesario, o incluso dedicándose a desmentir informaciones (fake news) sin la capacidad de realizar un análisis profundo y sólido de la noticia de forma independiente.
 
Consecuencias éticas a doble carril
El Buddy Journalism en el caso venezolano opera como un espejo deformante de la realidad: el fenómeno crítico afecta tanto a quienes apoyan al poder establecido como a quienes buscan desplazarlo.
En ambos casos, el periodista olvida que su primera lealtad no es hacia la fuente (sea esta el gobierno o la oposición), sino hacia el público.
- Erosión total de la confianza: La audiencia se encuentra atrapada entre narrativas que huelen a complacencia oficialista y narrativas que huelen a activismo opositor, resultando en una profunda desconfianza hacia los medios en general.
 - Antítesis del periodismo: La tragedia es que, en ambas vertientes, la camaradería le ha ganado a la verdad, haciendo que este tipo de cobertura sea la antítesis del periodismo fiscalizador.
 
En un momento donde la tecnología ha abierto puertas que antes estaban cerradas, permitiendo que las premisas noticiosas puedan surgir de cualquier persona, la responsabilidad del periodista profesional se centra en realizar un análisis profundo. Sin embargo, el Buddy Journalism impide este análisis, ya que la cercanía exige lealtad sobre la verdad. El periodista, en lugar de ser un árbitro de la información, se convierte en un jugador de un equipo.
Analogía para la comprensión
Imagínese el periodismo como un termómetro en medio de una habitación con una temperatura política cambiante. El Buddy Journalism es como si el termómetro, en lugar de medir objetivamente, estuviera programado para mostrar solo la temperatura que le gusta al dueño del termómetro (la fuente). Si la fuente es el gobierno, el termómetro siempre marca «estable y cálido.» Si la fuente es la oposición, el termómetro siempre marca «peligro y congelación.» En ambos casos, el instrumento ha perdido su independencia y ya no sirve para que el público sepa la temperatura real de la habitación.
Redacción Elena Calzadilla para DHH.
            
                                              
                                              
                                              
                                              
                                              
                  
                  
                  
                  
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