La IV Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Unión Europea (UE), celebrada en Santa Marta, Colombia, culminó este domingo con la adopción de la ‘Declaración de Santa Marta’, un extenso documento de 52 puntos. Si bien la declaración se erigió como un triunfo de la «filigrana diplomática» al lograr consenso entre 58 países, el evento estuvo profundamente marcado por una crisis de asistencia que expertos catalogaron como un «fracaso diplomático».

11/09/2025. El mensaje central del encuentro fue doble: por un lado, una firme defensa del multilateralismo y, por el otro, una crítica mordaz y velada a las políticas antidrogas de Estados Unidos, exigiendo el «pleno cumplimiento del derecho internacional» en la lucha contra el narcotráfico.
La geopolítica del vacío: un fracaso de convocatoria
La cumbre, inicialmente prevista para dos días, se redujo a solo uno de duración. La imagen más notoria fue la de los asientos vacíos, pues de los 60 países convocados, apenas nueve mandatarios asistieron al encuentro.
La falta de participación de figuras clave fue interpretada como una señal de escaso interés político y tensiones geopolíticas. Del lado europeo, la ausencia más destacada fue la de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, quien canceló su viaje a última hora. En América Latina, solo el anfitrión, Gustavo Petro, y el presidente brasileño, Lula da Silva, estuvieron presentes como líderes de peso. Países importantes como Argentina, Paraguay, El Salvador, Perú y Ecuador estuvieron ausentes o enviaron representaciones de «bajísimo nivel». Incluso naciones como México, Chile y Uruguay estuvieron representadas únicamente por sus ministros de exteriores.
El presidente anfitrión, Gustavo Petro, manifestó su frustración e incluso denunció presiones de Estados Unidos para desalentar la participación de mandatarios latinoamericanos. Lula da Silva fue particularmente duro en su evaluación regional, lamentando que América Latina y el Caribe atraviesan una «profunda crisis en su proyecto de integración», convirtiéndose en una región «balcanizada y dividida». El líder brasileño calificó estos encuentros como un «ritual vacío» ante la ausencia de líderes clave.
La defensa legal frente a la amenaza unilateral
El punto más candente de la Declaración de Santa Marta fue el relativo a la seguridad marítima y la estabilidad regional en el Caribe. La guerra de Estados Unidos contra el narcotráfico, caracterizada por el hundimiento de numerosas lanchas en el Caribe y el Pacífico, fue objeto de «duras críticas» durante la cumbre, aunque la declaración evitó nombrar explícitamente a EE. UU. o su gobierno.
En respuesta a estas acciones, los bloques coincidieron en la «relevancia de la cooperación internacional, el respeto mutuo y el pleno cumplimiento del derecho internacional» para abordar el crimen organizado transnacional y el tráfico ilícito de drogas.
El documento enfatiza su adhesión a los principios de la ONU, que incluyen la igualdad soberana de los Estados, el respeto a la integridad territorial, la no intervención en asuntos de jurisdicción interna, y el arreglo pacífico de controversias. Crucialmente, la declaración reitera la «oposición a la amenaza o al uso de la fuerza», priorizando la prevención de conflictos y la consolidación de la paz. Este compromiso se subraya al tomar nota de que CELAC se ha declarado una «Zona de Paz».
El muro multilateral contra la sombra de Trump
A pesar de las ausencias, la cumbre sirvió como una plataforma para fortalecer el multilateralismo como «imperativo geoestratégico». Antonio Costa, presidente del Consejo Europeo, afirmó que la declaración demuestra la importancia del diálogo, incluso con países de «orientaciones ideológicas muy distintas».
La sombra política de Donald Trump —y sus políticas aislacionistas— sobrevoló toda la reunión. Sin mencionarlo, el documento abordó varios de sus temas clave:
- Comercio: Los bloques abogaron por un sistema multilateral basado en normas (OMC), buscando reducir las «tensiones comerciales» y los aranceles globales.
- Migración: Se acordó «fortalecer la cooperación en la gestión, incluidos los procesos de retorno,» una clara referencia a las políticas de expulsión.
- Clima: En contraste con la negación del cambio climático, la UE y CELAC llamaron a reconocer la necesidad de reducciones «significativas, rápidas y sostenidas» de gases de efecto invernadero.
Otros puntos del acuerdo incluyeron referencias a conflictos globales, con una «profunda preocupación» por la guerra en Ucrania y la defensa de la solución de los dos Estados en Gaza. Además, se pidió la reforma del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para hacerlo más representativo, un viejo anhelo de Brasil.
Finalmente, aunque Venezuela y Nicaragua decidieron no firmar la declaración, el texto reiteró el «compromiso inquebrantable con la democracia» y la defensa de «elecciones libres, inclusivas, transparentes y creíbles».
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En esencia, la cumbre de Santa Marta fue como un contrato de seguros birregional: aunque las partes firmantes (los líderes presentes) fueron pocas, el documento resultante es una póliza robusta que busca asegurar que, ante los desafíos globales, América Latina y Europa actúen como un «faro de estabilidad, prosperidad y apertura» y elijan la cooperación por encima del aislamiento. Demostró la capacidad de las burocracias para llegar a acuerdos cruciales en el papel, incluso cuando la voluntad política de los líderes regionales parece estar fragmentada.
Redacción Albitrio Fabrepe para DHH.
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