El análisis del periodista, analista político e historiador Rosendo Fraga sobre la tensa dinámica entre Estados Unidos y Venezuela en el Caribe, dibuja un escenario sombrío donde el tiempo se convierte en el factor de riesgo más peligroso, empujando inevitablemente hacia una solución armada.

12/22/2025. Fraga, también abogado y profesor de historia argentina, expone cómo el conflicto prolongado no solo desgasta el poder estadounidense, sino que también ha desnudado los verdaderos intereses que impulsan la ofensiva de Donald Trump: los recursos naturales.
La cuenta regresiva armada
El eje central de la advertencia de Fraga es que «mientras más días pasen, más posibilidades hay de una intervención militar en Venezuela»,. Esta posibilidad no es teórica, sino que está respaldada por una demostración de fuerza significativa: actualmente, «una cuarta parte» de la Marina estadounidense, con cuatro portaaviones en operación, se encuentra frente a Venezuela,.
Para Fraga, esta escalada se debe en gran medida a que el propio Donald Trump se ha «encerrado» en la situación, y la Casa Blanca no puede permitirse que su poder sufra un «desgaste» continuo sin lograr resultados,. Pese a los discursos, Trump está «arrinconado», lo que obliga a la administración a «hacer algo».
Del idealismo a la fiebre del crudo
El analista subraya un cambio significativo en la justificación de la presión estadounidense. La preocupación inicial por la democracia en Venezuela, simbolizada por figuras como Corina Machado, evolucionó hacia el narcoterrorismo y, finalmente, se ha centrado en el petróleo.
Fraga interpreta que Estados Unidos ha revelado su objetivo principal: «recuperar nuestro petróleo, nuestras inversiones», refiriéndose al crudo que fue estatizado a finales de los años sesenta,. Este desnudamiento de objetivos, centrado en los recursos naturales, coincide con la acción militar que, aunque se demora, parece inminente.
El miedo a la anarquía armada
A diferencia de las intervenciones del siglo XX, Fraga no ve una invasión clásica que termine con un traspaso pacífico del poder por parte de figuras como Diosdado Cabello o el general Vladimir Padrino López. El escenario más probable, y el más temido por el Pentágono, es la «anarquía armada».
La estrategia militar que se imagina buscaría generar un proceso de implosión interna. Esto implicaría que las fuerzas norteamericanas bombardeen puntos estratégicos y tomen posiciones clave en la costa. El objetivo de este caos controlado sería forzar que «otras partes de las fuerzas armadas», opuestas a Maduro y Cabello, desencadenen un proceso de implosión dentro del país.
No obstante, Fraga advierte que el Pentágono se mantiene cauteloso, ya que temen que esta situación «se puede ir de las manos». Sin embargo, la designación del nuevo jefe del Comando Sur, puesto por Trump y conocido como especialista en operaciones especiales y fuerzas submarinas, sugiere una preparación para actuar en tierra.
La resistencia estructural y el escenario geopolítico
Fraga recalca que subestimar a Nicolás Maduro es un error, pues el líder venezolano posee un liderazgo más fuerte de lo que se cree, asemejando la longevidad de su régimen al espejo de Cuba.
Además, el analista, experto en temas militares, describe que la doctrina militar venezolana actual llama a una «fusión militar-policial-popular». Este tipo de resistencia coordinada se asemeja a la defensa de un «Vietnam del norte» y sería «más difícil que Irak» o que la caída de Saddam Hussein,. Aún si el número real de generales es menor a lo que se especula, la cifra de ochocientos sigue siendo considerable.
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En el contexto regional, Sudamérica vive un proceso de reacomodamiento geopolítico. Fraga destaca que los tres países más poblados de América Latina —Brasil, México y Colombia— mantienen una posición diferente a la de Estados Unidos,. Aunque Venezuela tiene un apoyo limitado de Cuba y Nicaragua, su respaldo internacional es crucial, ya que el 80% del petróleo que exporta va a China. Mientras tanto, el grupo de países de centroderecha, liderado por Milei, sí apoya incondicionalmente la posición de Estados Unidos.
En última instancia, a pesar de los intereses de Washington de conseguir una «solución no armada», la prolongación del conflicto eleva el riesgo de una acción militar, acercando a la región a un desenlace violento.
Redacción Elena Calzadilla para DHH sobre lectura libre de perfil.com
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