El auge de Bolivia fracasa impulsando el liderazgo de Evo Morales
El gobierno de Bolivia se enfrenta a un déficit fiscal de más del 7% del PIB, en un año previo a las elecciones. No quiere recortar subsidios, pero se está quedando sin formas de financiamiento.
06/12/2024. En el fino aire de El Alto, apenas debajo de la línea de las nieves de los Andes, los ciudadanos tratan de encontrar gangas entre los puestos que venden zapatos a bajo precio, textos para la escuela, utensilios para la cocina o ropa falsa.
Los signos de la incipiente crisis financiera boliviana no son tan difíciles de percibir en el día de mercado de la ciudad situada a mayor altitud del mundo, donde los compradores están comenzando a sentir el apretón tras el desplome de la paridad de la moneda nacional con el dólar y la consiguiente escalada de los precios.
“Todo está en alza, incluyendo los productos nacionales”, comenta Rocío Sarmiento, desde su puesto de venta de bocadillos en El Alto. La actividad era lenta.
La economía boliviana, que a comienzos de este siglo fue una de las que más creció en Latinoamérica, se está paralizando.
Este país de 12 millones de habitantes se enfrenta a una tormenta financiera largamente gestada, originada por el final del boom del gas natural y por la incapacidad del país para capitalizar sus cuantiosas reservas de litio.
Esto está avivando un conflicto entre el presidente Luis Arce y su predecesor presidencial, Evo Morales, quien está compitiendo por regresar incluso frente a un fallo de la Corte Constitucional de 2023 que le impide buscar otro mandato.
El deterioro de las perspectivas económicas plantea una amenaza al control de Arce en el poder, a medida que la escasez de divisas comienza a congelar el comercio exterior.
Esto está resonando en todo el país, desde la capital, La Paz, en las llanuras altas hasta la cuenca del Amazonas, provocando ondas de choque en granjas, minas y proveedores de atención médica.
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Jimena Ugrinovic, cuya familia importa fertilizantes, pesticidas y maquinaria agrícola, dice que ya no puede conseguir fácilmente dólares para pagar a tiempo a los proveedores de China, India e Israel. Esto amenaza con afectar a los productores de soja y carne vacuna que han impulsado gran parte del reciente crecimiento económico del país.
“Somos el primer eslabón de la cadena de producción”, dijo, hablando desde la provincia de Santa Cruz, en las fértiles tierras bajas tropicales de Bolivia. “Si no podemos importar, no habrá agricultura. Es tan simple como eso.”
La agitación en Bolivia es un nuevo golpe para la alguna vez dinámica región andina, que estuvo entre las de mejor desempeño entre los mercados emergentes a principios de siglo, pero que ahora está sumida en un crecimiento débil, un estancamiento legislativo y el descontento popular, desde Colombia hasta Chile.
El sistema político del vecino boliviano, Perú, está contra las cuerdas, Argentina se encuentra en las primeras etapas de una terapia de choque experimental para hacer frente a una inflación cercana al 300%, mientras que al noreste, Ecuador está lidiando con dos crisis económicas y de seguridad.
Los problemas en casa están fortaleciendo las perspectivas de Morales, de 64 años, un ex pastor de llamas que llegó a convertirse en el primer presidente indígena de Bolivia en 2006. Sus primeros éxitos lo convirtieron en un ícono del socialismo latinoamericano, pero se vio obligado a dimitir en 2019 después de una disputada elección.
Morales está planeando un regreso al poder después de una pelea con Arce, de 60 años, un economista educado en el Reino Unido que alguna vez fue su protegido.
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