El Caribe se encuentra al borde de una explosión sin precedentes, con tres buques de guerra estadounidenses y 4.000 infantes de marina dirigiéndose hacia aguas venezolanas. En respuesta, el presidente Nicolás Maduro ha movilizado a 4,5 millones de milicianos, un número superior a la suma total del ejército, la marina, la fuerza aérea y los marines de Estados Unidos. Esta situación marca un punto de inflexión, ya que, por primera vez desde la Guerra Fría, América Latina se enfrenta a la posibilidad real de una confrontación militar directa con Estados Unidos.

08/22/2025. La tensión se ha disparado con la administración Trump, que ha duplicado a 50 millones de dólares la recompensa por la cabeza del presidente venezolano Nicolás Maduro, y ha ofrecido 25 millones por Diosdado Cabello y 15 millones por el General Padrino López. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Caroline Liv, ha declarado que el régimen de Maduro «no es el gobierno legítimo de Venezuela» sino un «cartel narcoterrorista», y que Maduro es un «fugitivo» y «jefe de este cartel». Aunque la operación se presenta oficialmente como una lucha contra el narcotráfico, desplegar destructores de misiles guiados contra lanchas rápidas de cocaína genera dudas sobre los verdaderos motivos. El despliegue, el más grande en aguas latinoamericanas desde la Crisis de los Misiles en Cuba, incluye autoridad legal para que las agencias estadounidenses actúen dentro de las fronteras de otros estados, una acción que muchas naciones soberanas interpretan no como aplicación de la ley, sino como una invasión.
Maduro no ha retrocedido ante la amenaza, sino que ha redoblado la apuesta. Además de la movilización militar, ha hecho un llamado global a la unión de «todos los pueblos rebeldes» y movimientos sociales de América Latina, el Caribe, Estados Unidos y África, en defensa de la soberanía venezolana y contra la hegemonía estadounidense. Conectando la crisis de Venezuela con la de Palestina, ha denunciado la «crueldad y normalización del uso de la fuerza». También ha anunciado una «tercera transformación», una reestructuración completa de la sociedad venezolana para la guerra, enfatizando que esto ya no es sobre política o economía, sino sobre la supervivencia. En un acto de unidad nacional, la Asamblea Nacional de Venezuela votó unánimemente para defender la soberanía, con el primer vicepresidente Pedro Infante asegurando que 30 millones de venezolanos están dispuestos a hacer todo por defender su país y a sus líderes.
El presidente cubano en el Caribe, Miguel Díaz-Canel, calificó el despliegue estadounidense como una «amenaza inaceptable de agresión y violación de la soberanía». Daniel Ortega de Nicaragua cuestionó por qué América Latina, una «territorio de paz», no ha reaccionado «unánimemente y con fuerza» a la «amenaza planteada por los tiranos en Washington». Desde Bolivia, Luis Arce fue más allá, afirmando que detrás de la «fallida guerra internacional contra las drogas» se esconde el «objetivo central de ocultar al mundo su interés real de controlar geopolíticamente América Latina por los recursos naturales». La Alianza ALBA, conformada por Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia, se está movilizando.
Sorprendentemente, Brasil, bajo la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva, también ha criticado duramente las acciones de EE. UU. Celso Amorim, asesor principal del presidente brasileño, afirmó que la recompensa y los movimientos militares «no son relaciones internacionales», sino «violencia».
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La advertencia más escalofriante provino del presidente colombiano, Gustavo Petro, tradicionalmente un aliado cercano de Estados Unidos en la región. Petro declaró que si los estadounidenses piensan que invadiendo Venezuela pueden resolver su problema, «arrastrarían a Venezuela a una situación al estilo sirio«, con el agravante de que Colombia también sería arrastrada al conflicto en la lucha por las riquezas subterráneas del país. La mención de Siria, un país devastado por la guerra con medio millón de muertos y millones de refugiados, subraya la gravedad de la advertencia y el potencial de una catástrofe humanitaria.
Con barcos de guerra estadounidenses en camino, milicias venezolanas movilizadas y aliados regionales tomando partido, el mundo observa atentamente si el Caribe se convertirá en el próximo frente de una confrontación global cada vez más peligrosa. La situación trasciende las acusaciones de narcotráfico y la figura de Maduro; es una prueba sobre si América Latina aceptará la intervención militar estadounidense en 2025 o si Venezuela y sus aliados se defenderán en lo que podría ser un nuevo capítulo de relaciones EE.UU y latinoamerica.
Redacción Albitrio Fabrepe sobre informe de times now world.
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