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El Día de la Madre en el mundo

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La celebración del Día de la Madre es un delicado hilo que teje a lo largo de la historia, con raíces que se remontan a civilizaciones antiguas y ecos que resuenan en nuestros días.

11/05/2025. Artículo de opinión de Sandra Rodriguez Wong.

El Día de la Madre no se restringe a un solo día, ni a un solo país. En cada rincón del planeta se celebra en diferentes momentos; en algunos florece en la primavera, en otros, se abraza al otoño. Esta diversidad de fechas es el reflejo de una verdad universal: la maternidad, en su esencia, es un hilo dorado que conecta a la humanidad, un lazo de amor que no conoce fronteras.

Este homenaje universal varía de acuerdo con las costumbres de cada país, coincidiendo en su mayoría en mayo. Así, los noruegos lo celebran en febrero; en Rusia y otros países del Este, hacen coincidir el Día de la Madre con el Día Internacional de la Mujer. México, el 10 de mayo; Japón, el segundo domingo de mayo; Francia, el último domingo de mayo; Argentina, el tercer domingo de octubre; y en Indonesia esperan hasta el 22 de diciembre para celebrar el Día de las Madres.

Pero independientemente de la fecha, el Día de la Madre se expande como un abrazo cálido por el mundo, un eco de reverencia que atraviesa culturas y generaciones. Sus raíces se hunden en la tierra fértil del Antiguo Egipto, donde Isis, la diosa madre, se erguía digna y poderosa, colmando de amor y fertilidad el incienso de la vida. Aquellos antiguos egipcios ya entendían que cada madre era un templo, cada madre, una diosa.

Los griegos también encontraron en la diosa Rea su razón para festejar, entregando flores a sus madres durante la Hilaria, un festival que celebraba la fertilidad y la abundancia de la tierra. Pero fue en la tierra de los romanos donde esta esencia de la maternidad adquirió mayor formalidad, con un canto de alegría al final del invierno, en honor a la madre de todos los dioses.

Con el tiempo, el cristianismo hizo su entrada transformando la festividad. En Europa, el cuarto domingo de Cuaresma se convirtió en un día sagrado, un instante de luz y reflexión donde, en el fondo de cada corazón, la Virgen María florecía, recordando a todos que la maternidad es, ante todo, un acto de amor divino.

La historia del Día de la Madre en Estados Unidos es una trama de lucha y pasión. Fue Anna Jarvis, en aquel ya lejano 1908, quien, con su corazón desgarrado y lleno de amor, levantó su voz en Grafton, Virginia, para honrar la memoria de su madre. De ese lamento germinó una celebración oficial en 1914, un segundo domingo de mayo que resonaría en los corazones del mundo.

En México, el 10 de mayo se viste de alegría y cariño. Desde la primera luz del alba se cantan Las Mañanitas, y los hogares se llenan de risas y abrazos. La fiesta cobra vida, entremezclando lo ancestral y lo moderno, uniendo la veneración de los antepasados con la calidez de un amor presente que atraviesa generaciones.

Al final, este día es un recordatorio de que la maternidad no se encierra en un único día, sino que se celebra cada momento en el que una madre da amor y apoyo incondicional.

Así, en cada susurro de amor, en cada gesto tierno y en cada mirada que habla sin palabras, el Día de la Madre se manifiesta, recordándonos que la maternidad es un viaje eterno. Cada día puede ser una celebración, cada momento un homenaje, y en su presencia encontramos una inmensidad que se extiende más allá de un simple día en el calendario, resonando con el eco eterno del amor materno.

Artículo de opinión de Sandra Rodriguez Wong, zocalo.com.mx

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