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En democracia

Casi la mitad de la población mundial va a elecciones en 2024

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Los candidatos que cuestionan el orden liberal ganan apoyos en los países ricos. Sin embargo, serán las presidenciales de EE.UU. de noviembre y las elecciones al Parlamento Europeo de junio las que medirán la salud de la democracia.

Foto referencial

12/28/2023. Artículo de opinión «La era de las democracias frágiles» de Ramon Aymerich

Cierren los ojos para viajar al pasado. A los años optimistas que van de 1989 a 1995. Ese periodo que se abre con la caída del Muro de Berlín y sigue con la disolución de la Unión Soviética, las revoluciones en el Este de Europa, el fin del Apartheid en Sudáfrica o los acuerdos de Oslo entre Israel y Palestina… todo entre promesas de prosperidad de una globalización en la que el libre mercado iba convertir en obsoletas las guerras.

El mensaje que mejor recoge ese momento de euforia gestionado en solitario por Estados Unidos lo escribió un politólogo de Stanford. En El fin de la historia y el último hombre, artículo tan ambicioso como mal interpretado, Francis Fukuyama anunciaba el advenimiento de una edad de oro de la democracia liberal. Caído el comunismo, razonaba, el orden liberal tenía el camino despejado para multiplicarse.

Treinta años después los hechos han evolucionado de forma muy diferente. Los 2000 fueron testigos de la irrupción de una generación de dirigentes autoritarios (Gideon Rachman, columnista del FT los llamó “hombres fuertes”). Eran políticos conservadores que despreciaban las reglas democráticas y crearon a su alrededor un culto al jefe. Vladimir Putin, Xi Jinping, Racip Tayep Erdogan, y más tarde Viktor Orbán, Narendra Modi o, el más popular de todos, Donald Trump.

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en 2016 fue el primer aviso de que la política había entrado en la era del caos. Que las tentaciones antidemocráticas hicieran nido en la cúspide de la potencia mundial que debía asegurar la difusión de la democracia liberal en el mundo no estaba en ningún guion.

Desde ese día, las elecciones han reforzado su capacidad para desestabilizar y dar sorpresas. Los dos últimos ejemplos (la victoria de Javier Milei en Argentina y de Geerd Wilders en los Países Bajos) son una muestra de ello.

Puedes leer: EEUU: temen por la democracia – Dehablahispana

En el 2024 votará casi la mitad de la población mundial en 70 países. Habrá presidenciales en potencias medianas como la India, Sudáfrica, México, Indonesia o Rusia (aquí sin sorpresa por razones obvias). Habrá elecciones en zonas conflictivas como Taiwán (el 14 de enero). Un refuerzo de los independentistas haría subir varios grados la temperatura en el Estrecho de Formosa.

Sin embargo, serán las presidenciales de EE.UU. de noviembre y las elecciones al Parlamento Europeo de junio las que medirán la salud de la democracia.

Si los jueces le dejan, Trump acaricia un segundo mandato en la presidencia, en una cita a la que Joe Biden acude cansado y con las encuestas a la baja. Con una victoria de Trump, EE.UU. podría retirarse de la OTAN, dejar a Europa sola en la defensa de Ucrania y retomar las relaciones con Vladimir Putin, un hombre por el que siente debilidad. Podría abandonar las negociaciones sobre el cambio climático. Y en política doméstica, Trump habla abiertamente de encarcelar a sus opositores.

Una victoria de Trump sería el peor escenario posible para el equilibrio global

¿Cómo llegó Trump a la presidencia en 2016? ¿Por qué la extrema derecha gobierna en Italia, modela las políticas en Suecia y Finlandia, aspira a hacerlo en Países Bajos y no para de crecer en Francia y Alemania?

Una primera respuesta es la inmigración. La oleada del 2015 en Europa ya mostró su carácter corrosivo en los países del Este y Alemania. La que está ahora en curso ha forzado el endurecimiento de la política migratoria en la Unión Europea. Dos gobiernos tan diferentes como los de Francia y el Reino Unido, están en la cuerda floja por la cuestión migratoria. Y en ambos casos, la extrema derecha ha sido determinante en la nueva legislación.

La guerra de Ucrania ha actuado también como agitador de los temores de la población europea. La inseguridad siempre sopla a favor de los hombres fuertes.

Pero si buscan ustedes la explicación en la economía, tampoco se equivocarán. No hay nada peor para los gobiernos que no cumplir con las expectativas creadas. Y desde la crisis financiera del 2008, la recuperación no ha tenido el vigor que tuvo la economía antes de los 2000 y, lo que es peor, el crecimiento no se reparte entre todos.

El dedo acusador apunta a la competencia de China, invitado inesperado al que la globalización ha convertido en superpotencia. Pero no solo es eso. La automatización también ha destruido empleo bien pagado. Y hemos aprendido una lección amarga: las décadas gloriosas de la posguerra europea, en un continente joven con el monopolio del conocimiento industrial no se van a repetir.

En La Crisis del Capitalismo Democrático, Martin Wolf, editor de Financial Times, explica que esa decepción ha deslegitimado el sistema liberal. Cuando la gente ve amenazado su estatus económico, la lealtad política desaparece y entran en juego factores culturales que cobran más importancia: la raza o la religión.

Las democracias occidentales son fruto de reformas impulsadas en los años socialdemócratas por una coalición entre las clases profesionales más educadas y los trabajadores. Hoy la izquierda piensa más en los primeros (a los que Thomas Pikkety denomina la izquierda brahman) y menos en los segundos, algunos de los cuales votan ahora la extrema derecha.

La ultraderecha es hoy la fuerza más dinámica en Europa. Giorgia Meloni, que gobierna Italia desde 2022, ha sido clave en su normalización. Una vez aceptó las reglas económicas de la UE y asumió la política atlantista hacia Ucrania, Meloni se convirtió en “uno de los nuestros”.

La derecha moderada europea es hoy propensa a cooperar con la ultraderecha y no duda en adoptar su agenda política. Es una tentación en el seno de cada país (Francia, España, Alemania) pero también para aquellos que aspiran un día a gobernar Europa, como Manfred Weber, presidente del Partido Popular Europeo.

La posibilidad de ver a la extrema derecha (o a algunos ministros) en el gobierno de Europa, es verosímil. Y sus implicaciones, claras. Debilitaría el apoyo a Ucrania contra Rusia. El húngaro Viktor Orbán, pro ruso y líder autoritario que aspira a cambiar la UE desde dentro, piensa que el tiempo corre a su favor. Cambiaría la política climática: marcha atrás en agricultura y reducción del ritmo de descarbonización.

Y supondría también una amenaza a los derechos individuales. Polonia, antes de que el liberal Donald Tusk formara gobierno, y Hungría son países en los que se han restringido los derechos de las mujeres y otros colectivos (en la línea de Rusia). La posibilidad de que esa política se abra camino dependerá de si Donald Trump gana en EE.UU.. En ese caso, visto como el peor escenario por los analistas, las máscaras de la ultraderecha europea caerán

2024: un año electoral

El año próximo se presenta lleno de incertidumbres y problemas. Y también de algunas esperanzas. ¿Terminarán, y –en caso de hacerlo– de qué manera lo harán, las guerras de Ucrania y Gaza? ¿Cómo se desarrollará el primer año de una legislatura de alta tensión en España? ¿Qué camino tomará la inteligencia artificial? En torno a estos y otros temas del ámbito internacional, científico, medioambiental, económico y de la política doméstica giran los grandes retos del año que comenzará dentro de unos días. La Vanguardia inicia hoy la publicación de los Desafíos del 2024, una serie de 17 reportajes que contienen las claves y las pistas de todo lo que podemos esperar de los doce apasionantes meses que tenemos delante.

Artículo de opinión «La era de las democracias frágiles» de Ramon Aymerich de lavanguardia.com

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