El futbol vivió una noche de terror: brutal batalla campal suma 19 hinchas heridos muy graves y 111 detenidos (videos)

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Lo que debía ser una fiesta del futbol sudamericano se transformó en una escena dantesca de violencia y caos este miércoles 20 de agosto de 2025. El partido de vuelta de octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente de Argentina y Universidad de Chile en el estadio Libertadores de América, culminó en una brutal batalla campal, dejando un saldo desgarrador de heridos y detenidos y manchando la reputación del deporte regional.

Los focos del estadio pasaron del césped a las gradas recién iniciada la segunda mitad, en un encuentro que, hasta ese momento, se desarrollaba sin mayores incidencias en el terreno de juego, pese al ánimo caldeado en las tribunas. Las primeras versiones apuntan a que los aficionados radicales de la Universidad de Chile iniciaron los disturbios, lanzando asientos, palos, piedras y hasta una «bomba de estruendo» hacia la hinchada local. Las impactantes imágenes de televisión muestran a seguidores chilenos encendiendo fuego en las gradas y blandiendo barras de hierro.

El horror escaló rápidamente. El encuentro se detuvo en el minuto 48, y aunque se esperaba una reanudación, esta nunca llegó. Tras el desalojo inicial de parte de la afición visitante, imágenes aún más terribles se sucedieron: la policía argentina, al parecer, se retiró, permitiendo que ultras de «el Rojo» accedieran a la grada visitante y agredieran con saña a los pocos chilenos que quedaban. La organización y la intervención policial fueron calificadas de «pésimas» o «inexistentes». La violencia alcanzó niveles insospechados: aficionados siendo golpeados con palos, desnudados, y en un acto de extrema brutalidad, un hombre fue arrojado al vacío desde la grada, mientras otro se desmayaba tras un certero golpe en la cabeza. Incluso se reportaron apuñalamientos.

El costo humano de esta tragedia es devastador. Fuentes oficiales del equipo chileno han informado de 111 detenidos y 19 heridos de extrema gravedad, con decenas más presentando lesiones de diversa consideración. Una de las víctimas se encuentra en estado crítico tras la caída al vacío y ha requerido intervención quirúrgica. Otros dos hombres fueron apuñalados, y tres sufrieron traumatismos craneales.

Ante la magnitud de la «masacre», la CONMEBOL actuó con una severidad sin precedentes. El organismo rector del fútbol sudamericano, que ya había suspendido el partido aplicando su protocolo interno por razones de «inseguridad», tomó la trascendental decisión de cancelar el encuentro definitivamente, es decir, los minutos restantes jamás se disputarán. Las sanciones disciplinarias fueron múltiples y ejemplares:

  • Ambos conjuntos, Independiente de Avellaneda y Universidad de Chile, han sido excluidos de las competiciones CONMEBOL para las temporadas 2026 y 2027.
  • El estadio Libertadores de América ha sido clausurado por un período indefinido para albergar competiciones de CONMEBOL.
  • Como consecuencia directa, Alianza de Lima (Perú) avanza a las semifinales de la Copa Sudamericana.

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Este no es un incidente aislado. Los disturbios en Avellaneda marcan el segundo episodio violento protagonizado por hinchas chilenos este año. En abril, el choque entre Colo Colo (Chile) y Fortaleza (Brasil) también tuvo que ser suspendido debido a una invasión del césped por parte de los aficionados. Se da la coincidencia de que el árbitro en ambos encuentros fue el uruguayo Gustavo Tejera, un protagonista accidental de los duelos más trágicos de la Copa Sudamericana en los últimos tiempos. En el caso del Colo Colo-Fortaleza, la violencia se desató tras la muerte de dos hinchas atropellados por un vehículo policial, lo que llevó a protestas y la invasión del campo por parte de la «Garra Blanca». Colo Colo fue duramente sancionado con la pérdida de la eliminatoria, una sanción económica y el cierre de su estadio. En ambos partidos, los jueces no tuvieron culpa alguna, ya que la tensión se concentraba exclusivamente en las gradas.

La violencia es, sin duda, uno de los problemas más graves que azotan al fútbol chileno, inmerso desde hace años en una profunda crisis deportiva, económica y de gestión. Las instituciones, desde los clubes hasta la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP), las autoridades municipales y gubernamentales, y las fuerzas del orden, han demostrado ser incapaces de trabajar en sintonía para erradicar esta lacra. Los incidentes violentos son casi mensuales, tanto a nivel profesional como amateur y en categorías inferiores. La situación es tan crítica que algunos clubes, como la propia Universidad de Chile, carecen de estadio propio debido a la negativa de las municipalidades a albergar recintos futbolísticos. El problema se agrava porque, en lugar de actuar contra las «barras bravas», los clubes a menudo las financian con entradas y otros beneficios.

La tragedia de Avellaneda es una radiografía cruda de cuándo un recinto deportivo se convierte en un campo de batalla en lugar de un escenario para el deporte, un capítulo oscuro que el fútbol sudamericano y mundial difícilmente olvidarán.

Redacción Albitrio Fabrepe para DHH

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