Artículo de opinión de Albitrio Fabrepe para dehablahispana.com

05/26/2025.
En Venezuela, la gente no dejó de votar por capricho. Lo hizo como quien cierra la puerta en la cara a un sistema que ha dejado de representar algo creíble, algo legítimo, algo propio. Y si bien el liderazgo de María Corina Machado ha sido una bocanada de esperanza para muchos, también ha sido la voz que canalizó –y tal vez consolidó– el hastío institucional que corroe al país desde hace años.
La abstención no fue espontánea ni improvisada. Fue impulsada con determinación por la misma líder que arrasó en las primarias de la oposición. Machado, vetada y bloqueada por el régimen, dejó claro en redes sociales que el 28 de julio no era una cita electoral, sino un simulacro. “Cuando es SÍ, es SÍ. Cuando es NO, es NO”, escribió, en una frase que sonó más a cierre que a apertura democrática.
Así, el boicot fue bandera. Y no fue una orden, fue un eco: sintonizó con una ciudadanía que se siente estafada por un sistema que no cambia con votos, sino que los usa como barniz.
Pero creo que otro ingrediente que ocurre y que se le endosa a María Corina Machado y es crucial pensarlo, es considerar la posibilidad de que la abstención sea también el reflejo de un profundo hastío institucional por parte de la población venezolana.
Esta acumulación de factores puede haber erosionado significativamente la fe de los venezolanos en la utilidad y legitimidad del voto bajo el actual sistema, llevando a una apatía generalizada o a una decisión consciente de abstenerse por desafección con las instituciones, pero que no solamente por el liderazgo de María Corina Machado.
Puedes leer: Venezuela: La abstención marca la jornada de las elecciones –
Ahora, el liderazgo no se mide solo por sintonizar con el descontento. También se mide por lo que se hace con ese descontento. Y aquí es donde el desafío crece: porque no todo el ausentismo puede colgarse del cuello de Machado. Sería ingenuo creer que ella sola puede apagar o encender la fe democrática de una nación. Lo cierto es que la desconfianza en el sistema electoral venezolano es tan profunda que ya no basta con tener un candidato competitivo; se necesita reconstruir una idea mínima de institucionalidad.
Los venezolanos han sido testigos –y víctimas– de fraudes electorales, y un Consejo Nacional Electoral que no muestra resultados auditables ni transparentes. En ese contexto, el voto se ha vuelto simbólicamente irrelevante para muchos. El problema no es la abstención en sí, sino lo que la genera.
Y ahí está el riesgo. La estrategia de no participar, aunque comprensible, puede volverse una trampa. Porque mientras la oposición se retira para no convalidar lo ilegítimo, el chavismo se queda con el terreno libre para consolidar aún más su dominio institucional. Ya lo vimos en 2020, cuando el Parlamento quedó casi por completo en manos oficialistas tras otro boicot opositor. ¿Repetir la fórmula espera resultados distintos?
La oposición que decidió no participar quiso enviar un mensaje de fuerza. Pero en política, la fuerza simbólica también necesita músculo operativo. Y ceder todos los espacios puede convertirse en una rendición sin condiciones.
Entonces, la pregunta incómoda es esta: ¿está el liderazgo opositor construyendo una ruta que devuelva la esperanza y reactive al votante, o simplemente está acompañando la retirada general con discursos firmes pero ineficaces?
Porque sí, María Corina arrastra masas, convoca emociones, encarna una alternativa. Pero liderar también es movilizar. Y en esta última elección, millones compartieron su desconfianza… pero también se quedaron en casa.
¿Se puede cambiar el sistema sin enfrentarlo dentro de sus propios espacios? ¿O se corre el riesgo de legitimar lo ilegítimo con el silencio?
Venezuela ya no se pregunta solo por quién votar, sino si votar vale algo. Y esa pregunta no la responde un hashtag, ni un eslogan. La responde la capacidad de transformar el liderazgo en una estrategia efectiva. Porque al final del día, lo que está en juego no es solo la silla presidencial. Es la reconstrucción de un país donde el voto vuelva a tener sentido.
Es crucial considerar la posibilidad de que la abstención sea también el reflejo de un profundo hastío institucional por parte de la población venezolana.
Esta acumulación de factores puede haber erosionado significativamente la fe de los venezolanos en la utilidad y legitimidad del voto bajo el actual sistema, llevando a una apatía generalizada o a una decisión consciente de abstenerse por desafección con las instituciones.
Artículo de opinión del comunicador Albitrio Fabrepe.