El mundo ha sido testigo del deterioro del orden internacional basado en reglas que nació al final de la Segunda Guerra Mundial después de que la potencia hegemónica, Estados Unidos, haya decidido apostar por imponer la ley del más fuerte.

02/16/2025. La primera referencia a un juego tripolar de poder global salió a finales de 2020 en un libro de un autor alemán, Heinz Landon –Burghere, que pasó desapercibido y del que apenas hay referencias en la red: Putin-Trump–Xi Jinping: el orden mundial tripolar.

Esta obra se publicó además 10 días después de que el republicano perdiera las elecciones presidenciales contra Joe Biden, cuando la pandemia que salió de China confinaba ciudades por todo el mundo y en Rusia, mientras promovían su propia vacuna, la Sputnik V, continuaban las tensiones internas por el envenenamiento meses antes del opositor Alexéi Navalny.

Cinco años después, el concepto de tripolaridad comienza a ser un recurso habitual en los análisis geopolíticos y corrillos diplomáticos. «¿Podrán Trump y Putin, junto con Xi Jinping, convertirse en los arquitectos de un nuevo orden mundial multipolar?», se pregunta Jan Krikke, un veterano corresponsal en Japón y Hong Kong, en una columna publicada en el diario Asia Times.

En menos de un mes en el cargo, Trump ha desatado una nueva guerra comercial con China y con el resto del mundo; ha recortado la ayuda exterior estadounidense y se ha retirado de la Organización Mundial de la Salud y del Acuerdo de París; ha acordado con Putin arrancar las negociaciones de paz en Ucrania dejando al margen al Gobierno de Volodímir Zelenski y a la Unión Europea.

En menos de un mes, el mundo ha sido testigo del deterioro del orden internacional basado en reglas que nació al final de la Segunda Guerra Mundial. Y esto ha sido provocado por la potencia hegemónica que lleva décadas presentándose como el faro de democracia y estabilidad global, pero que ahora apuesta por un nuevo marco en el que domine la ley del más fuerte.

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«La proximidad de Trump a Putin, y de Putin con Xi, hace que estos tres personajes puedan dictar una nueva visión del mundo, un nuevo orden y un nuevo reparto del poder entre ellos», destacaba hace unos días en un programa de TVE Josep Borrell, ex jefe de la diplomacia europea. Esta valoración del político catalán, con cada nuevo paso que da Trump, también la hacen en Pekín algunos funcionarios de la delegación de la Unión Europea en la capital china, que están sorprendidos por el tono condescendiente que está utilizando por ahora el presidente estadounidense respecto a China, su gran rival en esta partida.

También hubo muchas sorpresas cuando en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente estadounidense, JD Vance, acaparó toda la atención por su brutal diatriba ideológica contra los líderes europeos, mientras que el jefe de la diplomacia china, Wang Yi, seguía la estrategia opuesta: vender a China como un socio estable de Europa.

Wang también tuvo palabras conciliadoras hacia Washington, mencionando la necesidad de que las dos mayores potencias mundiales trabajen juntas, a la vez que cargó contra el proteccionismo comercial de EEUU y señaló algo inaudito hasta ahora: no es China la que, como han señalado en otros foros las democracias occidentales, está destruyendo el sistema de reglas que regula el orden mundial. «Lo que vemos es que hay un país que se está retirando de los tratados y organizaciones internacionales», dijo.

Con Kiev y las capitales europeas todavía atónitas por la llamada de Trump a Putin sobre las negociaciones para el fin de la guerra (las cuales ha apoyado también China), el presidente estadounidense aseguró que estaba considerando celebrar una cumbre con Putin y Xi Jinping. «Quiero decirles que reduzcamos nuestro presupuesto militar a la mitad y reduzcamos nuestros arsenales nucleares», manifestó Trump.

Un día después, mientras el foco estaba en el foro de Múnich, la agencia estatal rusa Tass aseguró que Putin había invitado a Trump a Moscú para las celebraciones en mayo del 80º aniversario de la victoria de la Unión Soviética contra la Alemania nazi. Un evento al que previsiblemente acudirá Xi Jinping. Si Trump aceptara la invitación, Moscú podría ser el escenario de una reunión a tres bandas entre Putin, Trump y Xi.

EEUU continúa siendo una superpotencia económica, militar y cultural. Se mantiene al frente de la alianza militar más importante (la OTAN) y su influencia sigue siendo enorme en todos los frentes abiertos. Pero su hegemonía lleva tiempo siendo amenazada por el ascenso de una China con muchos problemas económicos dentro de su casa, pero cada vez más fuerte en el tablero internacional. Pekín ha expandido su influencia gracias a ambiciosos programas de infraestructuras como la Nueva Ruta de la Seda y está aumentando considerablemente su capacidad militar.

Rusia, aunque se queda muy atrás en el terreno económico, continúa siendo un actor clave por su poder militar, especialmente por su arsenal nuclear, y mantiene una influencia importante en Oriente Próximo, Asia central y algunos países de Europa del Este. Además, Putin, necesitado de amigos tras el aislamiento por parte de Occidente tras la invasión de Ucrania, se ha lanzado a los brazos de Xi Jinping, que ha ayudado al Kremlin a sortear las sanciones internacionales. Pekín y Moscú reman en la misma dirección autoritaria, pero el Kremlin es un socio comercial menor. Es una relación desigual. Putin depende mucho más de Xi, en todos los sentidos, que a la inversa.

Putin ha regresado ahora a la dinámica de la diplomacia global después de que Trump le abriera las puertas al tratar de negociar directamente con él el fin de la guerra en Ucrania. Mientras que el poder blando del Gobierno de Xi Jinping está aprovechando los vacíos de poder dejados por la política proteccionista y aislacionista del presidente estadounidense.

Redaccion de elmundo.es