Artículo de opinión del analista político y periodista Edward Rodriguez sobre las negociaciones que se mantienen en Venezuela.

10/09/2025.
La reciente orden del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de cortar toda comunicación con el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, sin duda alguna representa una victoria decisiva para el Secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio y su línea dura, pero también marca el fracaso del enfoque negociador impulsado por el enviado especial, Richard Grenell. Con esta medida, la Casa Blanca abandona formalmente la vía diplomática, cerrando la puerta a cualquier acuerdo con Miraflores, a pesar de que aún se permite la recepción (en Venezuela) de deportados y ciertas transacciones petroleras a través de Chevron.
Durante meses, Rubio y Grenell encarnaron dos estrategias opuestas. El primero, convertido en un actor central de la política exterior hacia América Latina, insiste en que el régimen de Maduro sólo caerá mediante presión militar, sanciones severas y acciones de inteligencia. Respaldado por figuras como John Ratcliffe, Director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA); y Stephen Miller, subdirector del Gabinete de Políticas de la Casa Blanca; Rubio considera a Maduro un “narco-fugitivo” y una amenaza directa para la región.
Grenell, por su parte, apostó por una solución negociada, buscando abrir canales con Caracas a cambio de concesiones económicas. Desde su rol como enviado especial, promovió una diplomacia discreta con Jorge Rodríguez, retomando contactos establecidos desde las negociaciones de México en 2020. Su objetivo no era sólo político, sino también personal: consolidarse como figura clave en el gabinete de Trump.
La tensión entre ambas posturas se resolvió a principios de octubre de este año, cuando Trump, frustrado por la falta de avances e improvisaciones del enviado especial, ordenó personalmente a Grenell cesar toda gestión con el chavismo. La noticia, filtrada al Diario New York Times, confirmó la derrota del ala que le daba oxígeno a Maduro.
El desenlace no sólo deja a Grenell fuera de juego, sino que habilita una nueva fase: la de una posible intervención militar en tierra. Voces dentro de la administración admiten que ya existen planes operativos para actuar dentro de Venezuela, con el argumento de destruir redes de narcotráfico. Sin embargo, el trasfondo es claro: se trata de asfixiar al régimen hasta su colapso.
Mientras tanto, el madurismo-chavismo se atrinchera, moviliza milicias y busca apoyo en actores externos como por ejemplo El Vaticano a donde, aprovechándose de las reuniones a propósito de la canonización de José Gregorio Hernández y la madre Carmen Rendiles, enviaron una carta pidiendo su intercesión. La incertidumbre se instala como protagonista del escenario caribeño.
La diplomacia al estilo Grenell ha sido la primera baja. Ahora, la política exterior estadounidense hacia Venezuela se mide en términos de fuerza. Como advirtió Trump desde la cubierta de un portaaviones: “Quienes desafíen a Estados Unidos enfrentarán fuego y furia como nunca antes se ha visto”.
Puedes leer: Siete de cada 10 venezolanos apoya despliegue de buques EEUU en el Caribe
Por ahora resuelto aparentemente el conflicto entre Hamás-Israel por la vía de la negociación que es una victoria para Trump, al mandatario estadounidense le queda por resolver entre otros problemas en el mundo, el de Venezuela, donde unos días pinta en que será inmediato y otros días que será prolongado, pero sólo el propio Trump y Rubio, al oído, saben cuándo será el “Día D”.
Más historias
Ecuador: entre la aurora gloriosa y 18 días de resistencia indígena, ¿quién mueve el país?
Colombia: Iván Márquez lleva 11 meses desaparecido y pierde su silla de negociador
El duelo diplomático entre Petro y Trump por misiles y sospechas de «guerra por el petróleo»