Venezuela: ¿La otra onda sísmica?

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El periodista de Venezuela José Aranguibel Carrasco nos da su visión sobre la tensión que se vive en Venezuela por el tema socioeconómico.

09/30/2025. «Valiente no es aquel que enfrenta un problema, valiente es aquel que no se deja vencer por ninguno» Anónimo.

¡Susto!, lo fue terrible, espantoso y aterrador. Ahí mismito, cerquita, a pata e’ mingo en Menegrande. Lo sentimos en Maracaibo, en buena parte de Venezuela y en la vecina Colombia, cuando la remezón de la tierra nos sacó corriendo de cualquier sitio –entrando la noche del pasado miércoles–, no acostumbrados a sentir movimientos sísmicos como en el Cono Sur de América, donde la gente convive a diario con esos fenómenos naturales, algo que en el Zulia nos pasa con el Astro Rey.

Aún, temblorosos, tratando de reponernos del sobresalto, asombro y la alarma generalizada por los movimientos sísmicos, poco a poco vamos retomando la calma, tocando pista y aterrizando de nuevo en el terreno del día a día. En el diario trajín de abrir un hueco aquí y tapar otro allá para surtirnos de lo esencial para sobrevivir.

Confrontando una realidad cada vez más cruda, difícil, compleja y dura de lo impostergable del resuelve que no espera para alimentarnos, seguir el tratamiento médico, adquirir el medicamento, buscar la lista escolar, pagar el arriendo, servicios, pasajes o reponer, por ejemplo, un respuesto del aire acondicionado dañado –necesidad obligada– y, en fin, sortear cada obstáculo de la vida diaria.

¿Cómo vive el venezolano? , ¿cómo se alimenta? es la pregunta de las sesenta mil lochas que no encuentra «respuesta» y que a diario deben hacerse madres, padres, jubilados, pensionados o desempleados para sobrevivir y resistir la onda sísmica que provoca la inflación que corre libre, cual caballo suelto en la sabana.

Que golpea sin miramiento ni pausa el estómago de cientos de miles de venezolanos. Niños y ancianos víctimas inocentes o sentir la descarga del corrientazo de tener que estirar lo más posible el presupuesto familiar.

Circunstancia difícil que no da tregua ni permite una mejor calidad de vida a la gente. Antes sin solución y hoy cada vez más agravada y sin variación a la vista de quienes les toca resolver el problema.

Además, tener que observar en las redes sociales la enfermiza actitud de algunos «próceres de la libertad», propagandistas y vende humo, fuera o dentro del país, vanagloriarse o jactarse de triunfos políticos llenos de morbo, imaginarios, cuando las sanciones económicas las pagan los más vulnerables de la población.

La deplorable realidad socioeconómica es adversa, continua desde hace años. Cada vez que sale y se oculta el Sol ahí está, es perenne, no desaparece aún cuando muchos busquen olvidarla, desviarla y adstraerla con los anuncios agresivos de Mr. Donald Trump y sus marines en el mar Caribe, frente a nuestras costas.

Lo cierto es que los planes económicos del gobierno de Venezuela no han dado resultado. Cada anuncio, cual jarabe que busca mejorar al paciente, ha resultado ser un remedio peor que la enfermedad que no ha logrado enderezar, arreglar y recuperar a la maltrecha economía.

Errores que todos pagamos con creces cuando terminan en algo similar a una máquina que no produce satisfacción, bienestar o tranquilidad, sino hambre, pobreza y miseria. Es sufrimiento, carencia y ansiedad en los venezolanos.

Es contradictorio observar anaqueles, estanterías y refrigeradoras llenas, full de comida y alimentos, en cualquier negocio grande o pequeño. Eso choca con la capacidad de compra de la gente. Son inalcanzables, prohibitivos y difícil adquirirlos cuando el salario mínimo o la pensión mensual alcanza a 130 bolívares.

La figura de los bonos que no suman en nada a la hora del cálculo de la liquidación del trabajador, ayudan en algo pero no resuelven el fondo del problema. Cada día el valor de nuestro signo monetario sufre más de una «agresiva depreciación», según la cataloga el economista José Guerra.

El viernes último Guerra explicaba a través de las redes sociales que en el término de un año –2024-2025– la «agresiva depreciación» que así la califica, representó una devaluación del 370 por ciento del bolívar con respecto al valor del dólar.

Esa acción dice que fue «provocada» por el Banco Central de Venezuela y la actual situación política del país. Asegura que la depreciación del bolívar alcanza hoy el 68 por ciento.

«La economía está viendo un colapso del bolívar que se está expresando en una aceleración muy pronunciada de la inflación, que no es hiperinflación, pero se está acercando al 350% anual, una cifra que nos pone al borde de una situación que ya vivimos en 2017 y 2018”, afirma el especialista.

Puedes leer: ¿Una barbarie en nombre de Dios?

En fin, digamos, a los venezolanos si no nos agarra el chingo nos agarra el sin nariz , porque la verdad es que entre los dimes y diretes, –léase Casa Blanca y Miraflores–, cada vez más la calidad de vida va palo abajo , algo que preocupa también como el susto que nos puso de temblorcito hace menos de una semana. ¡Amanecerá y Veremos!

José Aranguibel Carrasco
CNP-5.003

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