En un giro que sacude el ya volátil panorama político estadounidense, el multimillonario Elon Musk ha anunciado la creación de su propio movimiento, el «Partido de América», desatando una oleada de preguntas sobre su viabilidad y, quizás más importante, sobre la preparación política de su creador. Este movimiento surge apenas unos días después de que Musk, antiguo asesor del presidente Donald Trump y jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental, se distanciara públicamente de la administración, supuestamente para concentrarse en sus vastos imperios empresariales.
07/06/2025. Redacción Albitrio Fabrepe
Musk, director ejecutivo de Tesla y SpaceX, proclamó la formación del nuevo partido en su red social X, afirmando que su objetivo es «devolverle» a Estados Unidos «la libertad». La decisión, impulsiva en su génesis, llegó un día después de que el magnate consultara a sus seguidores en X si debería crearse un nuevo partido político, obteniendo un apoyo de 2 a 1. La chispa de esta ruptura política parece haber sido la feroz oposición de Musk al proyecto de ley de recortes fiscales y gastos de Trump, al que calificó de «grande y hermoso», pero que, según Musk, llevaría al país a la bancarrota al aumentar el déficit a 2.5 billones de dólares.
Sin embargo, más allá de la retórica de la libertad y la preocupación fiscal, la incursión de Musk en el terreno político ha generado un escepticismo palpable sobre su verdadera comprensión de las complejidades del poder. La reacción no se hizo esperar, y no precisamente en apoyo. El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, intervino públicamente en una entrevista en CNN para instar a Musk a priorizar sus responsabilidades empresariales, sugiriendo que los consejos de administración de Tesla y SpaceX preferirían que el magnate se concentrara en sus negocios antes que en actividades políticas. De hecho, un alto cargo de la administración Trump fue aún más directo, afirmando que Musk «debería alejarse de la política».
Las consecuencias financieras de esta aventura política también han sido inmediatas y severas. La firma de inversión Azoria Partners, que estaba preparando el lanzamiento de un fondo asociado a Tesla, optó por posponer el proyecto. James Fishback, CEO de Azoria, hizo un llamado público a la directiva de Tesla para que aclare las ambiciones políticas de Musk, advirtiendo que la creación del nuevo partido socava la confianza de los accionistas que esperaban que el CEO se enfocara más en la compañía después de dejar el servicio gubernamental. Para Azoria Partners, la decisión de Musk los dejó «sin más opción» que reconsiderar su relación financiera.
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Esta situación marca un punto de inflexión en la compleja y volátil relación entre Musk y Trump. Musk, quien no solo asesoró a Trump sino que también financió generosamente su campaña de reelección, ahora se posiciona abiertamente en su contra. La respuesta de Trump ha sido predeciblemente dura: ha amenazado con retirar los miles de millones de dólares en subsidios que las empresas de Musk reciben del gobierno federal. Los republicanos, por su parte, ya han expresado preocupación de que esta disputa «intermitente» entre ambos magnates pueda perjudicar sus posibilidades de proteger su mayoría en las elecciones intermedias de 2026.
La historia está llena de figuras poderosas que, armadas con vastas fortunas y éxitos en un ámbito, asumen erróneamente que esos mismos atributos garantizan el éxito en la arena política. El «Partido de América» de Elon Musk, concebido aparentemente en la prisa de un tuit y bajo la sombra de una disputa fiscal, parece reflejar una subestimación fundamental de la maquinaria política y sus implicaciones. La pregunta que queda en el aire es si Musk podrá convertir su innegable capacidad de innovación empresarial en una estrategia política coherente y sostenible, o si su incursión en la política será simplemente un costoso desvío de sus verdaderas responsabilidades y talentos.
Redacción Albitrio Fabrepe para DHH, sobre lecturas de agencias
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